El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

No conoces al Hombre del Norte

Jorge de Cascante Hace tiempo que vengo al taller y no sé a lo que vengo— 26-04-2013

Os habéis ido sin mí a la playa. Estoy en esta cama desarmado del todo por lo mío que casi no me puedo ni mover del dolor y ni un Hasta Luego me lanzáis al salir a merendar. Toda la tarde oyendo el viento en los chopos con el gato caminándome por encima de la cara. El cerco violáceo del ojo del culo del gato grabado a fuego en mi memoria: este gato que sólo se me acerca cuando me quiere quitar el calor al igual que mi familia sólo se me acerca cuando me quiere quitar la sangre.

No me malinterpretes: estoy encantado de perderos de vista; lo que no admito es que te pienses que sabes algo que yo no sé. “Calculamos que no ibas a querer venir y que molestarte para nada pues mejor que no”. Menudo rostro tienes, María Luisa. Por lo menos te has llevado a los críos, que cada día están más insoportables y ya no distingo al uno del otro. “¿Sabías papá que el Bidasoa nace en el pirineo navarro?” Qué asco me dan. La soledad es una de las escuelas de la muerte y nunca te sobra, pero más te vale andarte con cuidao, tía puta. Te recuerdo que la ciática la tengo de trabajar, no de hacer el vago. Otro gallo me hubiera cantado de haber hecho lo que te dije de pagar a una enfermera precolombina de las baratas para que me atendiera en los días de los arrechuchos. “Déjate déjate que ya estamos nosotros para cuidarte”. Tú y tus ojos de pescado triste, Marisa.

Hoy en día, con todas estas sopas, medicinas y costumbres que te prolongan la existencia, morirse está demodé. Ahora lo que hay que hacer es estarse uno joven para siempre. La juventud es la nueva religión y Lo Nuevo la iglesia que la cobija; recuerda Marisa que la religión es para todo el mundo: para ti y para mí también, nosotros que no sabemos nada acerca de nada ni queremos hacer daño a nadie. Que somos jóvenes pero cada día menos. Tú por ejemplo tienes ya cuarenta y seis años —que en edad de perro son siete y en edad de hombre dieciocho— y esa piel de lagartija que te ha salido por los hombros ha llegado a tu vida para quedarse. Cuando veo el telediario de Antena 3 aquí yo solo en este cuarto tan grande pienso siempre en ti porque la presentadora es una mujer mayor y tiene tu boca. Hay un misterio en el aire. El hombre del tiempo dice que se acerca una tormenta desde la izquierda de la pantalla y la representa con unas nubes negras que no paran de hacer llover. ¿Serás tú esos nubarrones, María Luisa? ¿A dónde fue nuestro amor? Recuerdo estar contigo en el Parque de Atracciones. ¿Te acuerdas del Picassín? ¿La cosa esa que daba vueltas y tú le tirabas pintura y te iba saliendo un cuadro así moderno? El picassín que pintamos tú y yo en aquella tarde lo tengo todavía colgado en la casa de mi madre. Te cuento esto en confidencia. Este otro picassín que nos hemos pintado en la vida real en forma de hipoteca-para-siempre y dos niños con la raya a un lado me sirve de recordatorio del original.

¿Cuál es tu queja? He aprendido idiomas por ti, he raspado las durezas de tus pies. Vendí la moto que tanto me gustaba porque a ti te daba miedo y ahora conduzco una Renault Kangoo todos los miércoles camino del economato. ¡Me afeité los huevos porque tú me lo pediste! Si supieras cuánto me pican este par de smooth criminals. ¡Ay, María Luisa! Te habría llevado yo en brazos por todo el largo de la ría. ¿Es esto lo que me merezco? Ya sé que una mujer normal en lo único en lo que piensa es en el dinero y tú no eres ninguna excepción, pero podrías darme un respiro. Noto que me quieres tener atado en corto. Todas tus estrategias ensambladas a la perfección como las velas de los juncos chinos. ¿Nunca más me vas a volver a cocinar tu merluza en salsa verde? Echo de menos a la mujer que fuiste. La enfermedad me ha refinado, mi sofisticación es un hecho: me peino solo, elijo mi ropa con ojo, me cepillo el pecho, ando recto, veo cine del que se hace en Francia. El día menos pensado me meto en el ordenador portátil y me busco una esposa nueva. Si te aviso es porque —a pesar de todo— aún te quiero. Un romántico se define por la naturaleza sincera de sus sentimientos, por su generosidad y por la fuerza de su querer. Y a mí a generoso no me gana ni Dios.

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