El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Las manos sobre la ciudad

Jorge de Cascante Hace tiempo que vengo al taller y no sé a lo que vengo— 05-04-2013

El arquitecto espera sentado a que le sirvan los desayunos. Es temprano pero es de noche y la mujer suya está en los váteres pero le ha dicho que ahora vuelve, “estoy hasta aquí de pis”, le ha dicho señalándose el cuello, están los dos en el hotel para pasar el puente, no tienen amigos, ella es un poco valenciana pero no le importa. El arquitecto mira por el ventanal y un jardinero pequeñito que canta cruza la línea de su mirada recortando setos, repitiendo gestos y trayectoria en bucle una dos tres veces actuando así como salvapantallas de la mente del hombre que mira. Cuando están en Madrid la mujer le lleva la contraria más veces que cuando están fuera. La moqueta turquesa del suelo del bar del hotel debajo de los pies y los pies pisando sin calcetines. El arquitecto sólo quiere ser arquitecto, no quiere ser otra cosa. Una mano encima de la mesa jugando con el tenedor bailándolo entre los dedos y una mano en el bolsillo rozándole a través de la tela negra los Huevos de Señor que cada día que pasa los tiene más grandes. ¿Cuánto y hasta cuándo afectará a su trabajo de arquitecto esta experiencia de estar de vacaciones en este hotel? Los sudamericanos le traen las bandejas con las fruslerías, el asalto a los sentidos va escalando hacia la cumbre. La consonancia de los grises claros con los grises oscuros y las sombras de los sudamericanos proyectadas sobre la moqueta, los violetas de las paredes, las tonalidades verdes y azules de los vestidos que ha llevado la mujer del viernes al sábado, el rojo de las manchas en los uniformes blancos, el brillo de los zapatos, traducido todo dentro de la mente de un hombre que se esfuerza para no dejarse llevar por las emociones como se esfuerza el cuerpo del enfermo para no dejarse morir. Las personas de ahora no son de verdad, piensa el arquitecto, las personas de ahora son miniaturas de lo que tienen que ser, no hay más que verlo, las personas de ahora se piensan que son libres cuando eligen entre paramecios y diamantes para estampar los manteles de plástico de sus cocinas. Los demás arquitectos no se toman en serio al arquitecto y no son sus amigos porque no lleva el whatsapp puesto en el móvil, los demás arquitectos no saben las cosas que sabe el arquitecto: que la belleza es una consecuencia y nunca un fin, siempre un imprevisto. Pensar así no le deja estar tranquilo. Rodea el hotel una faja de piedra que es la misma que rodea la órbita del corazón del arquitecto. ¿Habrá que derramar en todo momento lo que uno viva por encima de lo que uno haga? Vuelve la mujer suya de los váteres del hotel con el bolso en la mano, canta el pequeño jardinero afuera moviendo las manitas con los auriculares puestos. Al principio la tierra estaba desordenada y vacía y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y Dios estaba sobre la faz de las aguas con sus pies pisando sin calcetines. El primer hombre que pintó las paredes de la cueva las pintó con su sangre.

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