El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Cabalgar el tigre

Jorge de Cascante Hace tiempo que vengo al taller y no sé a lo que vengo— 08-02-2013

Pierde altura rumbo a Málaga el avión de Ryanair. El actor José María Pou entra en la cabina de vuelo hecho una furia, aparta al piloto de un manotazo, se calza su gorra, toma el control de la máquina y logra aterrizarla: su pasión por el teatro ha vuelto a salvar el día.

En la oficina de patentes, José María Pou se mesa la barba y hace bailar una moneda de un euro entre sus dedos. “Es el Inspector Ferrer, de la serie de televisión «Policías: En el corazón de la calle»…”, comenta una señora por lo bajo. Pou se gira, hinca la rodilla en el suelo de mármol, besa la mano de la señora y provoca su llanto con tan sólo mirarla a los ojos. “¡Interpretar es el arte de mentir para decir la verdad!”, grita el actor mientras pela una mandarina con las uñas.

Amanece en el parque. José María Pou charla con un niño rubio que tiene sentado en su regazo. Le habla de su papel en “Àngels a Amèrica”. No le importa que llueva, sólo le importa la vocación. El niño extrae un abrigo enorme de cachemir del bolsillo de la camisa de Pou y se lo pone por encima de los hombros. Los dedos de las manos de José María Pou son demasiado grandes para manipular el iPhone 4 que tiene apoyado en la mesilla de noche junto al bol de fruta.

Al abrirse las puertas del ascensor los vecinos descubren que no hay ascensor. José María Pou efectúa una incisión de noventa centímetros en su pecho, se abre las costillas, guarda en sus adentros a las cuatro personas, cose la herida, trepa por el hueco vacío desde el bajo hasta el quinto con ellos metidos y los va depositando en las entradas de sus hogares sacándoselos por la boca extendiendo las fauces como un pelícano. “Es usted mi héroe, Señor Presidente”, le dice una jovencita con gafas. En último lugar, de la boca emerge un muy desmejorado Ventura Pons: llevaba olvidado dentro de Pou desde la primavera pasada.

La charcutería del barrio cierra sus puertas por la jubilación del charcutero. Todos echamos de menos los Productos de la Tierra: el lomo, la longaniza, el jamón bueno. José María Pou golpea desesperado con los dos puños la reja bajada del comercio y se va escurriendo poco a poco hasta dejarse caer con ademán de derrota encima del adoquinado. “¡El cómico de verdad parte siempre de cero!, ¡sólo los débiles viven de las rentas!”, brama contra los coches que pasan. Es por la tarde y hace frío. Pou frunce el ceño y pega los brazos y las piernas al cuerpo valiéndose de un hondo dominio de su oficio hasta transformarse en una barra de fuet de veinte metros de largo. La gente se agolpa en torno a la escena inundando la plaza de preguntas. ¿Habrá alcanzado con su hazaña el prodigioso actor la cúspide profesional? ¿Qué implica su sacrificio? “Es un fuet perfecto”, susurra un anciano. El corrillo que rodea al fuet se deshace en elogios. José María Pou lo ha vuelto a lograr.

Comparte este artículo:

Más articulos de Jorge de Cascante