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Magda Bonet Cancionero moderno— 10-02-2015

Que Pablo Iglesias y Tania Sánchez no se conviertan en Victor Manuel y Ana Belén, solo le pido a dios, por la lágrima de Mahoma. ¡Mira que enmarcar la última, terrible portada de Charlie Hebdo y ponerla junto a una foto en blanco y negro de tu novio en Cadaqués a lomos de un velero! Que vivamos en una distopía no nos hace directamente estúpidos, o sí, pero tú te refieres a la etimología de las palabras y no sé qué responderte. No me atrevo a hurgar en las raíces si la superficie es esto. A mí no me hace gracia el de Podemos desde que vino a Barcelona y le pegó la primera en toda la frente a David Fernández de la CUP. No me verás abrazado a según quién, ey, no hay nadie en este mundo tan feliz, ey, solo pienso en ti. La melodía encaja. Dices que me quedo anclada en las pequeñas cosas. Ojalá hubiera un poquitito de mar entre mi amarre y mi barca. Ya sé que es política y solo cierta inocencia y mucha crueldad pretende poner lirios en sus jarrones, pero no me gustó el gesto. ¿Tú sabes con quién te vas a abrazar a lo largo de tu vida? Va, hombre, va, esto no lo sabe ni dios, suponiendo que solo le pido a él. Por no saberlo, no lo sabe ni Stella del Carmen que ha ido a mejores colegios que tú. Me refiero a la hija de Antonio Banderas, que está decidiéndose entre un abrazo michaelandiano a lo azúcar moreno con su papá o un asesinato pérfido y en toda regla, un Max Mix entre los mandamientos de san froid y Freddy Krueger, desde que oyó a su progenitor —ojos húmedos, palabras embargadas por la emoción—, usar el micro de la Academia del Cine Español en su mejor año (ojalá) al dar las gracias por recibir un Goya honorífico, para decir que la niña era su mejor producción, pero que había pasado de ella. Perdóname mi amor y cuánto amor al oficio de cómico.

Y la gente lo aplaude. ¿Aplaudimos al ver que ciertos humanos sienten o aplaudimos el sentimiento que nos produce la exposición sentimental? Vamos a dilucidar, colegas, que nos la meten doblada y se nos acabará el sexo a traición de tanto usarlo, con lo bonitas que son ciertas fantasías y lo feas que pueden llegar a ser al intentar hacerlas realidad, con el exceso de coreografía, la parafernalia de la producción, los extras y todo eso.

Vivir apartando la realidad y buscando en lo de adentro para seguir tirando es un trabajo de cínicos que los budistas y los de la inteligencia emocional postulan como un quehacer diario. ¿Y el día en que te levantas vacía, cansada?

A mí me sirve la música. Oír, oír y escuchar. Es un viejo truco de siempre. Cuando lo de afuera es hostil, te espoleas las emociones que te agradan porque te agradas en ellas y te das cuerda para un rato más.

Por eso y no para conseguir tres retuits le puse a esta sección Cancionero moderno, que no es un homenaje a Nietzsche (sin música la vida sería un error, dijo) si no a unos cómics femeninos (y sí, femeninos) que leí a mi prima mayor y exponían con dibujos la letra de las canciones de moda.

La, la la lá. Y se veía a Massiel agradeciendo a su madre por haberle dado la vida con un ramo de flores. Yo canto a la madre que dio vida a mi ser.

Y todo así, hasta hoy, entre la música y el silencio, escribiendo sin parar para llegar a convertirme en canción y dar alguna alegría a los humanos afines.

¿Si Pablo Iglesias y Tania Sánchez se convirtieran en Victor Manuel y Ana Belén —y es un malpensar—, se llevarían a Gaspar Llamazares de gira cuando fueran mayores?

Mi amiga, la que ha enmarcado la última, sangrienta, dolorosa portada de Charlie Hebdo, dice que no, que se llevarían a Antonio Banderas o a Miguel Bosé, aunque yo todavía confío —música de violines, esperanzas— en que no ocurra nunca y que, de ocurrir, solo contaran con El último de la fila. Estúpida distopía.

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