El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Tú y yo, Tania y Pablo

Magda Bonet Cancionero moderno— 25-03-2015

A veces me acuerdo de cuánto te quise. Los muertos estáis ahí para ir volviendo, porque dísteis vida, buena mala o singular. Lo nuestro fue muy bestia. Nos decíamos que moríamos por nuestros huesos; hoy, los tuyos, descompuestos, aún lo cantan. Te compongo canciones cuando reapareces, desafiante y burlón, como esta mañana otra vez, cuando al sacudir los polvos de los libros del estante más alto, una foto tuya ha caído sobre la rosa de un suelo hidráulico. Abrazado a tu perro sonreías a la cámara. Todavía eras un niño. Y el temblor de tu letra en el reverso —sangre que entra—, dictando el tópico que mueve al mundo, parte positiva, exaltada y muy firme.

El mundo de hoy es un ir a por huevos con congoja, no aquella orgía que pregonaba Dalí, y a ti tanto te gustaba, de tirar muchos contra una pared y saciarte de no sé qué bestia atávica, por otro lado, dulce, no como el mundo de las bestias de ahora mismo. Por ejemplo, una mujer de nombre Esperanza, que de Doña Rogelia, la abuela que queríamos (pásame pipas, las saladas) solo tiene el rictus de la boca.

Si el amor solo es sabio, y es buen amor cuando no juzga, el odio es una constatación de estar amando. ¿Por qué no fuiste a morir a Venezuela? Nos gustaba crear mundos disparatados. ¿Si Lou Reed hubiera nacido alemán, rock industrial o heavy metal? Por eso te digo ahora que no hubiera estado mal caer ahí, que es donde nos dicen que todo se pudre y por lo que nada es posible. Conocemos los trucos de los maledicentes, de hecho eras tú quien desconfiabas y yo tu humilde aprendiz. No le rías las gracias a este gilipollas, está esperando que caigas para pisarte. Luego fue así, pero olvidabas mi capacidad para obviar ciertas cosas. Estaba tan metida en lo mío que no me enteraba de nada.

Y metida en lo mío has vuelto tú, azabache brillante sobre un mar de rock and roll. El pasado se hace presente entre las piernas, menuda primavera. Recojo una gota de anís con la punta del dedo y la llevo hasta el amanecer. Lo nuestro murió, pero no el deseo, que siempre es nada y se hace líquido, se evapora.

Tania y Pablo también lo han dejado. Son unos chavales, nietos de Gramsci, nuestro abuelo. Y han tenido que decir que han partido peras en las redes sociales, fíjate tú hasta que punto les cantan los buitres. Los carroñeros que dicen Venezuela y dicen amor y dicen no os moveréis. Todo lo que no saben pronunciar, lo dicen.

Entre Pablo y Tania la política, y entre tú y yo, la heroína de tu amor. En pareja siempre se vive en un trío, menos Sartre y Beauvoir, que de tanto anhelar la suma se quedaron solos tapados bajo una misma lápida.

La prensa, la del mentidero, no deja de acosar a estos chavales que soy yo misma. Los bestias siempre tratan de derrocar los sueños, pero esto nunca es posible. Los sueños van por el aire y por la tierra el pan y las serpientes.

En una esquina del lugar en donde yaces, un cactus engalanado está abriendo sus flores. Parece una declaración de principios.

Decía que te podías haber ido a morir a Venezuela, por meter la culpa a algo o alguien e ignorar tu pérfido amor, pero te tendrías que haber esperado muchos años y entonces yo no tendría de ti este recuerdo, tendría otro.

Las culpas solo las reparten ciertos niños, los adultos intransigentes y la mala leche. El amor, roto o por revolucionar, parte de una responsabilidad de éxtasis, donde a menudo el impulso la caga con gotas de limón para el resentimiento de quien vive feliz en su amargura y quien con piedad va y perdona que no te fueras a morir a otra parte y revivas siempre como agua, mientras dos chavales rompen para siempre y lo publican, que es morirse dos veces, por los buitres, esperando que un día el sueño los achante, y que solo sea el sueño de los parias.

Comparte este artículo:


Más articulos de Magda Bonet