El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Triste y azul

Magda Bonet Cancionero moderno— 25-11-2014

Porque me he quedado sin vidas en el Candy Crash, porque estoy harta de leer TT que no llegan ni a ingeniosos, porque el ingenio, ante la lluvia de perlas casposas que nos cae, es solo caligrafía de primaria, porque soy muy librepensamiento y muy explicación pero me cansa escribir sin cobrar, incluso para el Butano, pero porque dije que lo haría y la palabra es lo único que me queda, redundante, hoy vengo a contar lo que siento; hemos de encontrar un lugar donde guarecernos. Lo mejor es la amistad, pero no se puede ser amigo de tantísima peña, por mucho que lo ansiara Roberto Carlos, el cantante de los mil demonios y las mil diatribas. ¿Alguien sabe por qué el gato era azul? ¿Triste y azul van de la mano?

De aquella azulada manera, pero con mucho coraje y más valentía, hemos de guarecernos, como lo hacen los gatos cuando arrecia fuerte.

Guarecerse no es esconderse, pero eso ya lo sabéis. Ni esperar que un club de fútbol financie a tu vecina un nuevo hogar y que aparezca Cristiano Ronaldo con las llaves de un pisito húmedo que le harían recordar su pobreza de ayer de aquella manera tan mísera, tocándose los bíceps, tocándose la cartera. Todo son paquetes, bultos. Al feng shui no le gustan las energías detenidas.

Cada vez menos imaginativa por ir tras el panparapanpanpan y cada vez más aviesa, colgada del hilo de la cometa de la utopía no nos moverán de reír, siento que el mejor lugar donde guarecernos es en nosotros mismos, poniendo música a la soledad que es mejor que quedar para tomar algo con según quién.

Definitivamente, soy una filósofa frustrada. El carácter, de natural tan impulsivo como paciente, me lo pone fatal. Llevo muchos días dándole vueltas al magín sobre qué es lo que nos impide guarecernos y donde comienza el morbo y termina la curiosidad hacia las noticias por las cosas de afuera, de en portada, y no consigo poner el límite sin descalificar a la peña que lo lleva hasta el extremo. Y sé que descalificar es muy chachi y muy hisper y muy moderno y muy antiguo, menos cuando yo también caigo en ello. Puto Nicolás, puto Candy Crash, la nueva medida de la alineación triste y azul que destella sin parar en los móviles de la gente que va en metro, que va a centímetros.

Todo es morbo y todo es curiosidad, incluso leer a los clásicos. Como también lo es esta forma impertinente de llamarme nena por la que te di un bufido, viejo rockero, misógino, guitarra de latón, siempre buscando la canción perfecta. Y nunca me mueres.

Guarecerse bajo la carpa de la estación móvil de patinaje de Plaza Cataluña para ver familias nucleares buscando alivio para sus fémures tan bien alimentados, de productos de la tierra, y para ver ilusiones muy grandes de tantos otros padres y madres que llevaran a sus hijos a ponerse una lima bajo los pies y se perderán mirándoles correr, ensoñados. El milagro que yo no conseguí, lo harás tú, mi niño.

Guarecerse en una mano amiga, viendo una obra de teatro, renegando, al bajar las escaleras, en todos los gestos y entre el morbo y la curiosidad, deteniéndolos. Guarecerse en los colores de los caramelos del Candy Crash, en el tanto por hacer, en el mucho vivido e incluso en la frustración y en la filosofía, donde me araña mi propia mano, porque soy así, del mismo modo que tú eres tú y el gato triste y azul, pero solo en Roberto Carlos.

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