El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

El examen de acceso

Magda Bonet Cancionero moderno— 03-12-2014

El señor profesor me tiene tiña de la buena, admítalo señor profesor porque solo la verdad nos hará libres pero no sé cuál de ellas. Con la mirada puesta en las preguntas del examen, la cabeza baja, noto su mirada en mi cogote. Yo no estaba ahí cuando cayó el muro de Berlín pero puedo ponerme en la piel de unos y otros, los de a cada lado. Si quiere sigo por ahí, pero esto se la trae al pairo. Sigmund Freud fue un policía muy reconocido, el inventor del tercer grado y el primero que permitió a los presos pernoctar en sus casas y sufrir en la cárcel del ego durante el día. Si no es exactamente así, así es como lo entiendo. Tanta información, oiga. Los cromos de Pokémon, la biblia para niños, los telediarios para todos, las pelis, el Internet. ¿Usted qué quiere? ¿Memoria o entendimiento? Ya sé que Sigmund Freud no fue policía pero a mí me lo parece. ¿Haendel el del Mesías, Hendel el filósofo o el jendel metal? Yo creo que todos los nombres se parecen mucho. Las palabras así lo dicen, y usted es incapaz de especificar. No sé de qué me habla. Yo crecí en un país en que mandaban los ladrones y se dejaba fallecer a los trabajadores enfermos en las camillas de un pasillo de hospital. Fui concebido en una probeta con música de fondo y el día que hice una regresión me sentí en mi salsa entre bacterias, porque el semen no venía bueno y aunque la infección era chica bien que la vencí corriendo como un loco. El útero me salvó de la psicopatía que había hecho mella en mí y sentí que el amor con amor y odio crece. Jugué con tablets y trenes de madera y mi madre me llevaba a ferias medievales muy capitalistas. Mi abuelo murió de un disgusto el día que supo que un tal Pujol al que quiso mucho, defensor de las libertades del pueblo, se había tomado la libertad de meterle la mano en la cartera. Mi abuelo tampoco era agua clara, se ve que le gustaba amontonar monedas y a mi madre le encantaba tener un padre con síndrome de Diógenes. Cuando mi entorno se dio cuenta de que tendía a la homosexualidad, los profesores sé lo que quieras ser, como si ser maricón fuera algo malo. Me aplaudieron y todo y un día mi tutora, con cara de complicidad paternalista idiota me preguntó ¿Quieres cambiarte el sexo? Iba creciendo en la confusión porque yo soy más hombre que ninguno y por eso decido que me gustan los hombres. Conocí la discriminación positiva antes que la solidaridad, el vaso antes que el agua, las batallitas antes que los hechos y el victimismo antes que la acción. Mis cochecitos rodaban sobre los pies de personas que acudían a cursillos sobre crecimiento personal y el autoengaño se agarró a mí como la lapa a la roca. Engañarse no deja de ser una ciencia, un trabajo. Luego desanduve el camino y me dije que quería seguir estudiando en lugar de falsificar diplomas y a aquí estoy, empezando de cero a mis veintitantos años, tratando de resolver este examen de acceso que quiero aprobar o seré carne de desecho ante el Sálvame por Lerroux, aquella peli que ponen cada día desde hace un siglo y se ve que gusta. No soy bueno para los nombres y me confunden algunos hechos, mas sumo con pericia, entiendo la tecnología, leo ensayos de nivel primera división y no visito los centros recreativos ni los campos de fútbol.

Anhelo un mundo mejor a la viejísima usanza. Creo en la palabra dada, el perro sin correa y la guinda salvándose del centro del pastel. Alsacia es una canción de Aute, la elegancia un petardo en el culo de un amigo vencido y el rock and roll música clásica.

Podría seguir enumerando cosas: mi disposición, mi entrega, la rosa del derviche de mi mente y mi carácter, soltar zalamería y soltar pedos, pero usted me dice que ya es la hora de acabar y me mira impaciente. No he marcado ni una casilla, tal como ha ordenado, y he estado todo el tiempo escribiendo. Analíceme bien y no se apure, usted depende del Tribunal, el Tribunal del Consejo Académico, el Consejo Académico de la Ley de Educación y la Ley de Educación de Wert, el nietísimo. ¿Cómo le voy a decir si A o si B o si C a lo de la guerra de Troya y Helena si muchos historiadores lo ponen en duda y aquí, en mi casa, desde el romano, no ha cambiado casi nada, sólo algún nombre?

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