El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Los lectores afilan la pluma

Perico Baranda Cartas Crueles— 08-05-2013

La actividad de los lectores es incansable: no sólo leen las cartas que transcribo sino que opinan sobre lo que leen, y utilizan todos los recursos a su alcance para criticar y, si cabe, ofender al autor de estas líneas. No me importa el sabor de la derrota, pero de vez en cuando agradezco una caricia. Entonces arqueo el lomo y alzo la cola como un gato cautivado por los mimos. Cualquier día de estos me monto en Twitter, y entonces los lectores y yo podremos amarnos y odiarnos en tiempo real. Esa inmediatez nos permitirá conversar sobre lo que más nos interesa, que es la crueldad, a ver si entre todos aclaramos el nombre y las intenciones de esta sección. Por el momento, he aquí lo que escribe un lector de Madrid que afila su pluma para increparme:

¿Por qué ‘Cartas crueles’, señor Baranda? La crueldad es exclusivamente suya y la ejerce sometiéndonos cada semana a un pliego de arbitrariedades sobre personajes mínimos que no le interesan a nadie”.

Agradezco su franqueza, Valentín, y admiro su capacidad de síntesis, pero convendrá conmigo que la crueldad no me pertenece en exclusiva. Usted mismo domina el arte de emponzoñar las palabras para atizarme con ellas sin contemplaciones. Piense usted que la sinceridad innecesaria es también una forma de crueldad.

En idéntica línea valorativa interviene Gerard Guerra, de Badalona, calificando la serie directamente de casposa. Sin embargo, “leer las aventuras de sus personajes, nos libera de nuestra mediocridad. Cuando descubrimos cómo actúa Merceditas, monseñor Irizábal o los componentes de la Banda del Nazareno, tomamos conciencia de que no estamos solos. Hay gente todavía peor que nosotros. Aunque sólo sea por eso, le animo a continuar trabajando en su teatrillo de títeres apolillados”.

Centrándonos en cuestiones formales, Miquel Prior, de Barcelona, tras compararme con Eduardo Mendoza y Evaristo, el de La Polla Records, añade: “He percibido en tus escritos la influencia de un tercer autor: Vargas Llosa, aunque tienes más de Llosa que de Vargas. Y eso se nota en el regusto por pulir la expresión, dejando a un lado el desarrollo narrativo”.

Pascual Gimeno, desde Castellón, es de la opinión contraria: “A mi juicio, las historias que aparecen en tus cartas son lo de menos. Lo que cuenta es cómo las cuentas para conseguir la sonrisa cómplice del lector”.

Angelines Rodríguez, soriana, considera las Cartas Crueles “una muestra de la dimensión gamberra del Butano, algo que conviene degustar en soledad y en secreto. Pero si además se degusta en sábado, al sol y en Soria, habremos consumado el goce”.

Y Santi, desde Barcelona, puntualiza: “¿Dimensión gamberra? Yo hablaría más bien de dedicación entomológica y precisión quirúrgica. Somos muchos los que aplaudimos los descensos de Baranda a las simas más putrefactas de nuestra sociedad, como si de un Lovecraft valenciano se tratara”.

José Castillo, desde Monforte de Lemos, me anima: “Sigo con creciente interés las aventuras de tus sórdidos personajes. A través de ellos consigues recrear lo que Sartre debía tener en mente cuando se le ocurrió aquella frasecita sobre el infierno. Tu prosa destila un veneno concentrado, de alta pureza, que, lejos de ser maligno, proporciona consuelo espiritual y buena risa. Tal vez la lectura de las Cartas Crueles debiera ser recetada por los homeópatas”.

Y María Mochuelo, que conoce bien mis avatares, juzga a mi favor: “Mientras que tus colegas, una vez jubilados, se lanzan al peligroso abismo de la novela histórica, cocinan poemas o cursan másteres, vemos que tú has tomado la dirección opuesta, recreando un mundo pequeño y trasnochado (ya nadie escribe cartas, Perico, sólo los bancos). No obstante, has evitado ponerte trascendente y eso ya es un punto a tu favor”.

Finalmente, Jacinto Monedas, ex-colaborador de La Estafeta Literaria, empieza laudando para acabar jodiendo: “Con profunda alegría y transido de emoción le comunico que ni por un momento dudé que alcanzaría la gloria lábil de la pantalla, enzarzado en la libre creación literaria. Le auguro y deseo momentos de inefable bienestar, ahora que figura al lado de grandes autores de la especialidad. Yo por mi parte continuaré leyéndole y envidiándole (a ratos), aunque ya sabe usted lo poco que me interesa la paparrucha. Prefiero el discurso científico y la contemplación de obras de arte, como los brazaletes beduinos cuya fotografía le adjunto. Si le gustan, sepa que jamás serán suyos. Nunca tendrá suficiente dinero para comprarlos”.

Y así hasta el infinito. Un saludo,

Perico Baranda

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