El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Merceditas renueva sus amistades

Perico Baranda Cartas Crueles— 02-05-2013

Convento de las Arrepentidas, Guadalajara
27 de noviembre de 2003

Querida mamá:

¿A que no sabes cuantos dientes tenemos en la boca? Bueno, en realidad debería decir piezas dentales, porque dientes de verdad sólo son los de delante. Pero tú ya me entiendes. Por detrás tenemos otras cosas: las premuelas, las muelas y, a veces, las muelas del juicio, que sólo las puedes contar si las tienes. Dice Lisardo que si no te han salido las muelas del juicio te falta algo, como a mí. Pero ya me saldrán. Hay personas a las que no les salen nunca, y se pasan la vida esperando y esperando, aunque me parece que esperar es mejor que tenerlo todo y no esperar nada. Total, que si no tienes las muelas del juicio, entonces te faltan cuatro. Por lo tanto, y volviendo al principio, ¿cuántos dientes tienes? ¿Te han salido ya las muelas del juicio? Si no lo sabes, métete el dedo en la boca y las buscas.

Yo no tenía ni idea de cuántos dientes tenía hasta que me puse a contarlos y los conté, tocándolos con el dedo, despacito, de uno en uno. Primero los de un lado (por arriba y por abajo) y luego los del otro (por abajo y por arriba). Has de saber que no resulta fácil porque a veces te descuentas o te confundes, porque las muelas están muy juntitas y parecen una muralla, como la muralla china, o una pared de ladrillos, y al contarlas puede que estés tocando una muela o la de al lado, porque te has pasado, y dale que te pego, otra vez a empezar. Los dientes son más fáciles de contar porque puedes mirarte en el espejo con la boca abierta y verlos en directo. Los dientes son de muchos tipos y diferentes, como por ejemplo los colmillos, que acaban en punta y van muy bien para morder, o los de en medio, que sirven para enseñarlos cuando sonríes. Total, que después de meterme el dedo en la boca, contando y volviendo a contar, he averiguado que tenemos un montón de piezas dentales: exactamente 28, contando los dientes de delante, los colmillos, las premuelas y etcétera. Y en cada diente podemos tener caries, como las monjas de este convento, que tienen la boca hecha un asco de no lavarse.

El mundo de la odontodoncia (me parece que se dice así) es extraordinario. Yo ahora estoy estudiando odontodoncia con Lisardo, que es el dentista del convento. Cada dos semanas viene a sacarles las muelas a las más viejas y a dar consejos sobre cepillos de dientes y lavatorios bucales a las más jóvenes. Yo hago de ayudante de Lisardo porque la madre me dijo que tenía que renovar mis amistades y resulta que Lisardo es un buen partido. Así que ya se lo puedes ir diciendo a la señorita Prats, que se quedará de pasta de boniato cuando sepa que me dedico a la ciencia. ¡Quién lo iba a decir de Merceditas! Pues sí, ahora se dedica a la ciencia, y en paz.

La idea de trabajar con Lisardo ha sido genial, porque así no me tengo que pasar la vida cosiendo servilletas y rezando. Prefiero contarme los dientes, preparar la medicación, ordenar las dentaduras y aprender cosas nuevas cada día. Por ejemplo, ¿sabías que hay supositorios de menta? Bueno, en realidad digo que son de menta porque son fresquitos y efervescentes: te dejan el cuerpo limpio por dentro y perfumado por fuera. Te sube la frescor hasta la garganta y te cambia el olor del aliento.

Cuando terminamos con las monjas, jugamos a médicos y enfermeras, que es algo que siempre me ha gustado, aunque hacerlo con Lisardo es más emocionante porque jugamos de verdad: nos tomamos la tensión, nos ponemos supositorios, y demás. Lisardo tiene una mirada extraña, un poco salida de sitio. Quiero decir que siempre está nervioso, pero eso me parece divertido porque así te ríes cuando se le caen las cosas de las manos. Algunas monjas, que son unas desagradecidas, le llaman el sapo, en lugar de llamarle por su nombre, que sería lo correcto.

Ahora te contaré un chisme, pero que no lo sepa nadie. La otra noche oí que Lisardo salía de puntillas de la habitación de la madre. Seguramente estaría contándole los dientes o vete a saber qué. Yo no estoy (todavía) celosa, pero querría saber cómo acabará esto, es decir, si Lisardo ha de ser de todas o será sólo mío. No voy a pasarme la vida dedicada a la ciencia para que luego me den por el saco y si te he visto no me acuerdo.

Bueno, me voy a dormir, que hoy me he tomado la pastilla y tengo una desgana que me muero. Buenas noches, mamá.

Te quiere tu hija,
Merceditas

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