El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Diecinueve

Rubén Lardín La hora atómica— 27-06-2012

Me despiertan las gaviotas, albares, enormes y gerenciales como novias problemáticas, precipitándose a las azoteas para lavarse el salitre en las piscinas particulares y mirar de distraer algún niño de leche, burgués, ya que la mar poco revuelta no les ha entregado nada ayer.

Exprimo tres naranjas y sorbo sosteniéndome la hombría, asomado a la calle donde hay dos tíos que no sé qué graznan del diferencial, de la dirección asistida, de un futbolista y de un tema de la crisis. “¡Ojalá hubiéramos sabido de chavales lo que sabemos ahora!“, les grito. Es algo que funciona, un lugar común al que hasta los necios, los que no sabemos nada todavía, acudimos a veces. Pero no me hacen caso, y les enseño un pulgar, me ducho, me afeito la semana entera, me visto y bajo a mear al árbol, trazando mentalmente el alzado de la jornada, parcelando tareas pero dejando el margen suficiente para que ocurran al menos dos cosas, dos cuestiones, un par de singularidades, qué menos que alguna hipótesis.

Lo dejó dicho un belga: hace falta mucho talento para hacerse viejo sin ser adulto.

Y siguen ahí. Escuchadme, gaviotas ominosas del demonio: qué bien me parece ese blanco desleído vuestro cuando oteáis la tierra, antes de abalanzaros para devorarnos un crío. Tenéis mi aprobación, podéis comeros todos los bebés de esta ciudad, hacedlo antes de que se conviertan en nosotros, ¡arrancad las semillas!

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