El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Nivel

Magda Bonet Cancionero moderno— 31-01-2013

No, hombre, no, yo no he perdido el nivel. Nunca lo he tenido. Dioses del Olimpo y de la justicia terrestre me libren de tener el nivel que tú me presupones huido, patas abajo, como un hilillo de orina como cuando la próstata empieza a fallar. Te olvidas de algo, ni tengo próstata ni tengo nivel, lo cual no solo no me ofende si no que me alegra. He sentido esta discriminación (sic) por el nivel propio y ajeno en gente de lo más desnivelada, que cuando se sentaba en la parte alta de su pretendido contenido venían a exigir el nivel que les faltaba en su parte baja. Para decorar su desnivel con la vida vivida se rodeaban de tipos que se jactaban de haber tenido en sus manos el brazo de Cervantes. O se lo amputaban ellos mismos como si fueran el escritor todo, nivelando el desnivel de la amputación con un montón de monedas en el bolsillo contrario del pantalón al del miembro cortado que acabaría saciando el hambre de los gatos famélicos de los tejados de una ciudad de altura. Una ciudad guapa. Muy, muy guapa.

Con tal de no vivir sin alborotarse, toda fantasmada era lícita.

Ahora, la cosa, con el desnivel social, la prima de riesgo, la caída de la bolsa, la metedura de pata de la infanta, la falta de poesía y la falta de intensidad de los retraídos de la parte alta, se hace más llevadera la existencia para la peña con nivel. Ya pueden hablar con la dependienta de la panadería, no para discutirle el precio de la baguette, si no para pasar el rato. La humanidad acecha.

Mi natural idiota, aunque tenga otras facetas que no están como para compartirlas así a lo loco, me hizo creer, durante mucho tiempo, siendo más jovencita, que quien escuchaba las canciones de Serrat debía de vivir como en las canciones del “noi” del Poble Sec. Así, todo el público del cantante debía de amar a sus ancianos, querer a chicas y chicos que no necesiten bañarse cada noche en agua bendita, aplaudir la aristocracia del barrio, venerar a los desheredados, tener amigos atorrantes y, para la libertad, sangrar, luchar, pervivir.

Una vez obtuve experiencia para salir ilesa de la literalidad como forma de vida, me di de morros con el nivel que se me exigía a diestro y siniestro. Tuve mi propio subidón loco, pero así que caí de la higuera recé tantas avemarías como hierbas ídem debería haber en las terrazas del mundo. Tanto amor y avergonzada, que cantaba Chabuca Granda.

Pero esto ya pasó y sigo sin perder el nivel que nunca he tenido. El nivel es la desproporción entre un falso arriba y un abajo incontestable. Mis amigos tampoco tienen aumento. Me gusta alardear de mi especial tiento a la hora de elegirlos con baches manifiestos para ir en carro por sus caminos y botar cuando menos me lo espero, benditas sean las sorpresas de la vida.

Me mosquea los que me hablan con la voz muy subida, por altos que sean. Desde abajo les veo los pelillos de la nariz y están muy feos o mucho peor. No voy a entrar en detalles. Escatología eres tú y los cinco mil tenedores hincados sobre unos cochinos que vivieron en la cárcel y murieron a traición en manos de cuatro desahogados.

El cariño iguala los desfases que no existen. No sé si eres capaz de entenderlo. Son cosas de alta ingeniería cósmica. En el cosmos, te pongas donde te pongas, siempre estás en la periferia de algo, fuera de nivel. El cariño es el calcetín doblado que se hace miedo y te sobrecoge cuando estás con alguien a quién consideras un mierda y, porque lo entiendes, temes venirte abajo con él. Al cariño tú le llamas orgullo, que es lo único que se te ocurre sentir al oír a una madre gritando calle abajo por las calles bajas con dos churumbeles por banda, pegándolos coscorrones cuando la lían. Cuánta vulgaridad. Sonríes. Lo que no me importa es si te duele el eco de coscorrón antiguo o tu madre te ponía el dedo en el oído con guantes de satén. Resérvate la literatura, esta maldita excusa.

El tiempo te está llenando la cara de legañas. No hay cirujano plástico que te cambie el aspecto, ni bombona de oxígeno que no termine por vaciarse. Si algún día esto pasa, que pasará, porque todo pasa, menos la muerte, que pasa y se queda, te mandaré ramos de tierra.

La lágrima en la arena la libará un escorpión despistado. Y esta manía de escribir siempre en carne abierta y a tabla rasa. Mándame cuero.

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