El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Por fin un lector afín

Perico Baranda Cartas Crueles— 19-12-2013


San Pedro del Pinatar (Murcia), 16 de diciembre de 2013



Admiradísimo y respetabilísimo señor Baranda:

De sobras conoce Vd. el interés con que sigo su obra, de la que soy devoto incondicional. Pero mi admiración por sus Cartas crueles queda empequeñecida por el enorme respeto que le profeso como persona, más aún tras haber hecho gala de valentía y honradez transcribiendo, íntegra, la durísima carta que le dirigió el crítico Jacinto Monedas y que publicó el El Butano Popular el pasado 10 de octubre.

Confieso que el escrito del doctor Monedas (El lector impaciente) me causó un profundo y doloroso conflicto interior, pues yo también soy admirador de tan insigne polígrafo. De hecho, en mi mesilla de noche, junto al vaso con la dentadura, reposa su libro más reciente, Apotegmas y gargarismos, una historia mágica de Murcia (2004), cuyo contenido tiene la virtud de mantenerme despierto cuando no quiero dormir y adormecerme si me invade el sueño. Estoy convencido de que el libro de Monedas, en cuanto se popularice, está destinado a poner fin a la larga y estéril lucha cainita que mantiene en vilo al mundo científico local cuando discute sobre identidades nacionales. ¡Algo que Monedas resuelve en un plis-plas en el capítulo cinco de su libro, llevaría a otras comunidades a convocar un referéndum independentista con el fin de aclarar la cuestión! Puede suponer, señor Baranda, que me resulta difícil convivir con ambos sentimientos: por un lado, mi admiración hacia ustedes dos; por otro, la actitud implacable de Monedas hacia sus Cartas crueles. A su favor le diré que me siento muy próximo al contenido y al continente de sus Cartas, señor Baranda.

Solo hay un punto en el que coincido con el doctor: la premiosidad en el desarrollo de la historia. Hace semanas que espero alguna referencia en sus Cartas a fray Anselmo Montañés, que tanto influyó en nuestro aprendizaje. Sé que Vd., señor Baranda, como yo, fue alumno suyo en el internado El Santo Sepulcro, de Zaragoza, y que, algo después, también lo fue Evelino, el que fuera cajero de la Banca Pía cuando el famoso atraco. Y Vd. sabe también el papel que jugó fray Anselmo en nuestra formación intelectual y humana, así como en la de Evelino. Aunque no nos conozcamos personalmente, resulta simpático que se pidiera la colaboración de nosotros tres en el libro de recuerdos con el que se rindió homenaje a la larga trayectoria del fraile como profesor de filosofía: El escarmiento antológico de Fray Anselmo. Sus enseñanzas siguen tan vivas en mí que ahora, después de tantos años, reconozco la sutileza con la que nos introdujo en los principios filosóficos más abstrusos, incluidos los del marxismo, en los tiempos en que Marx estaba peor visto que el Diablo.

Le recordaré con un ejemplo cómo fray Anselmo nos inició en la dialéctica marxista, sin arriesgar referencias al autor ni a su terco materialismo. Recuerde usted la importancia que tenía en nuestra formación memorizar, por orden, el nombre de los doce hijos de Jacob. (Tesis). Un día, al recitar la lección, me atasqué en el octavo hijo, Neftalí. (Antítesis). La síntesis fue la hostia que me llevé de manos de nuestro profesor. ¿Se le ocurre a usted, señor Baranda, una forma más directa y participativa de involucrar al niño en su proceso de aprendizaje? Apreciará Vd. ahora —tarde también— lo avanzado de su método para inculcar conceptos sutiles en los alumnos a base de utilizar siempre un soporte sensorial. De su mano nos llegó el conocimiento sin evitarnos el dolor que, con frecuencia, lleva asociada su adquisición. Fray Anselmo fue —admitámoslo de una vez— un pionero de la renovación pedagógica, incrementando el protagonismo de su alumnado en tanto que receptor de estímulos.

Pero lo trascendental para Evelino y para otros compañeros de colegio fue el cariño con que fray Anselmo nos hizo ver —con su praxis, no con palabras— la ausencia de conflicto entre religión y sexo, y cómo ambos iban de la mano, en concreto de la suya, que se deslizaba con ligereza por la pernera de nuestros pantalones cortos o buceaba, juguetona, por los resquicios de las braguetas. Éste es un asunto que todavía no ha salido a la luz y creo justo que Vd. lo dé a conocer en su sección, no solo para entender mejor la figura de Evelino, sino para dar fe del alcance de la tarea docente de personajes como fray Anselmo. En días como estos, en los que se habla de la memoria histórica como de un intercambio de muertos, debemos reivindicar la aportación de figuras como fray Anselmo y acabar con la creencia de que estas prácticas – que ahora parecen tan naturales en colegios, gimnasios y redes sociales – surgen de la nada. Al contrario, ¡se cimentan en el cariño y la decisión de figuras insignes de la pedagogía como este fraile que hoy traemos a colación! Y es que ya es hora de acabar con la actitud engreída de los obispos belgas y los cardenales anglicanos que nos miran por encima del hombro porque a su práctica le dan el pomposo nombre de pedofilia. ¡No hay nada que envidiar! ¡Aquí también supimos hacerlo y quizá incluso nos anticipamos en el tiempo! En fin, tengo conocimiento de que Evelino formó parte del selecto grupo de los enchufados de fray Anselmo, dato que, de confirmarse, iluminaría mucho a sus lectores, señor Baranda.

En definitiva, la inclusión de fray Anselmo en sus cartas se hace imprescindible y enriquecería este retablo de personajes tan reconfortante con el que nos deleita cada semana. Y ahora que se ha dado por extirpada la disolvente asignatura de Educación para la Ciudadanía, quisiera proponerle que edite Vd. sus Cartas crueles en papel, pero con un título suavizado (Vidas Ejemplares sería una buena opción), con la certeza de que acabarán siendo lectura obligatoria en los centros de secundaria, donde tanta falta hace educar en valores. Unas vidas ejemplares que podrían incluir la suya, señor Baranda, que es un compendio de las virtudes de todas ellas.

Su devoto y afín,

Juan Antonio Delfín

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