El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Perico Baranda se despide (de momento)

Perico Baranda Cartas Crueles— 25-06-2013

La Laguna, 25 de junio de 2013

Queridísimos lectores:

Si supiera cómo hacerlo, aprovecharía para despedirme a la francesa, o salir de escena por el foro, calladamente, con autenticidad. Ya lo haré cuando llegue mi hora. Por el momento, sigo vivo y no quiero dejar de lado mis obligaciones para con el Butano y sus seguidores. Así que aprovecharé este artículo de fin de temporada para poner algo de orden en vuestras cabezas, que imagino desconcertadas, y también en la mía, que bascula entre la incertidumbre y la perplejidad. ¡Vayamos a ello!

Han pasado diez años desde los hechos narrados en las Cartas crueles y todavía albergo algunas dudas sobre su sentido y desarrollo. Durante este tiempo he podido completar mi información con los archivos del detective Palomares, recientemente fallecido, y con la ayuda del inspector Arriaga, que me ha facilitado algunos datos que recogió en su diario de zozobras. ¡No hay nada como un servidor de la ley reflexivo y derrotado que acude a la literatura de cajón como terapia! Tres libretas autógrafas de Arriaga fechadas entre el 2003 y el 2004 dan mucho de sí. Bastante más que las páginas de sucesos del Diario de Navarra, donde se cuenta poco y de manera sesgada. Para tomar conciencia de la verdadera dimensión de estos (y otros) asuntos con bemoles nació El Butano Popular, sus colaboradores y esta sección.

Si os escribo desde La Laguna es porque en Santa Cruz de Tenerife se pierde el rastro del ciego Zacarías y he venido hasta aquí para investigarlo. Según se explica en una carta que escribió Luciana Vulva y que transcribiré la próxima temporada, Zacarías huyó con ella a Canarias cuando se supo que guardaba un dinero que no era suyo: varios miles de euros, propiedad del presidente de la Diputación de Navarra, presuntamente, claro. En mi opinión, ese dinero también fue la causa de la muerte de Pilar Ochoa, que se cayó por el balcón en noviembre de 2003. ¿Suicidio? ¿Asesinato? Yo creo que Arriaga se equivocó ya que Pilar Ochoa no estaba tan desesperada como para quitarse la vida tirándose por el balcón. Por su parte, Zacarías y el dinero desaparecieron en la playa de los Cristianos y Luciana tuvo que volver a su profesión habitual para poder saldar la cuenta del hotel y comprar el billete de vuelta a la Península. A día de hoy continúa trabajando en la calle, pero de la mano de un grupo de Testigos de Jehová que predica el fin del mundo de puerta en puerta.

En aquellos meses, se perpetraron otros delitos en Pamplona. Hubo tráfico de drogas, blanqueo de capitales, amenazas y extorsiones…, incluso un robo a mano armada en una sucursal de la Banca Pía. Lo extraordinario del caso fue que muchos de estos delitos guardaban relación, por activa o por pasiva, con doña Mercedes Rodríguez de Carcagente, una mujer muy bien relacionada con la buena sociedad de la capital. Por lo que sabemos, en aquellos años, doña Mercedes repartía su actividad entre su negocio de tintorería, su familia y el compromiso con la Obra y el Obispado. En dónde recaló doña Mercedes, lo sé, pero no lo digo. Qué se hizo con su marido, lo sospecho, pero de momento me lo callo. El lector fiel deberá tener paciencia. Esperar es aprender a vivir.

La mayoría de la correspondencia que aquí hemos reproducido se dirige a doña Mercedes o la menciona. Su hermano, su cuñada y sus sobrinos, el obispo de Sangüesa, el portavoz de la Banda del Nazareno o sus empleadas de la tintorería, entre otros, le agradecen por carta sus favores, trazan planes o le sugieren delitos. No obstante, esta mujer siempre ha logrado evitar salpicaduras. Doña Mercedes nunca ha abandonado su papel receptivo, y si participó en alguna actividad ilegal, que no lo sabemos, lo hizo sin dejar rastro, testimonio ni palabra escrita, convirtiéndose así en una virtuosa del escaqueo, digna de análisis y admiración.

Movido por el afán de conocer, he dedicado una década de mi vida al estudio de doña Mercedes, interceptando su correo y espiando sus actividades. La he perseguido en viajes, compras y devaneos. La he visto sentarse a la mesa, paladear un vino, fumarse un cigarrillo. La he vigilado en restaurantes, cines, teatros, conferencias, misas y procesiones. La he oído hablar, suspirar y discutir. La he fotografiado bebiendo absenta en Los Pajaritos, tomando café en los juzgados, visitando la comisaría de Pamplona.

Y todo esto lo he hecho porque me siento atraído por su persona (y por su cuerpo), como científico y esteta. Siempre he querido saberlo todo sobre ella, comprender sus intenciones, interpretar sus silencios. Siempre he deseado gozar con ella, sufrir con ella, vivir como vive ella. En definitiva, siempre he querido ser doña Mercedes. Desde el principio hasta el fin. Que se sepa.

Ya está dicho todo. Me sumerjo ahora en mis investigaciones. Me despido hasta septiembre y os deseo lo mejor. ¡Agur, lectores!

Perico Baranda

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