El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Presagios: ¿creer o no en ellos?

Carlo Padial Radio de calado— 25-06-2013

1: La aparición de una señal puede parecernos extraña o insignificante, pero aun así no deberíamos burlarnos de ella ni dejarla pasar. Por el contrario, es preciso advertir que nos hallamos rodeados por una multitud innumerable de pequeñas influencias misteriosas o pasajeras, ¿o es que acaso no nos sentimos bajo el peso de una amenaza incierta que no podemos definir pero que, sin embargo, existe? ¿No nos sucede también que a veces nos sentimos desbordados por la alegría más contagiosa cuando a nuestro alrededor todo parece influir para ensombrecernos? Estos fenómenos, que pudieran pasar por mera extravagancia, son indicios de una realidad subterránea o aérea (cuando no marinera) que merecen el mayor respeto.

2: Si, por ejemplo, reservamos una parte del pastel para el viajero ausente, no debería extrañarnos el que pasado un tiempo el pastel caduque y enmohezca coincidiendo con la enfermedad mortal de aquel que, con sus mejores intenciones, reservó la golosina.

3: La caída libre de un caballo desde lo alto de un edificio presagia apuros financieros para el caballo caído que, con toda probabilidad, no ha podido soportar la presión de cargar con el peso del que lo monta, personaje sin escrúpulos que sólo cuando se ha visto al filo de la muerte por el suicidio de su transporte ha tenido la decencia de tomar la oreja de su empleado para decirle algo cariñoso como: “no saltes, por favor”.

4: Si tenemos la suerte de poseer una galería de arte moderno, es nuestra obligación temer la entrada en ella de un perro callejero, de un chucho sarnoso, pues este can será el presagio de que otros perros están en camino. En cambio, si el perro que visita nuestra galería es un perro blanco, inmaculado y angelical, le abriremos nuestras puertas con una reverencia y le pediremos su opinión sobre la exposición permanente, prestando especial detalle a lo que tenga que decirnos sobre las instalaciones de vídeo, ya que si el perro se duerme ante alguna de ellas, el creador de la misma se sentirá bendecido por la buena providencia y esa será la señal de que le aguarda una carrera próspera y llena de pulgas. Por el contrario, si estamos tan tranquilos en la galería y oímos el aullido de un perro en la noche, será mejor que nos preparemos para bajar la persiana de inmediato hasta que un nuevo aullido nos aporte más datos.

5: Para el dueño de un bar, la aparición de moscas alrededor de sus platos sólo será tomada como un indicio preocupante si estas aparecen en gran número, por ejemplo en más de un millón por bandeja de ensaladilla rusa. Si, además, una viga maestra se desploma, esto puede querer decir que se avecinan desgracias, aunque no inmediatamente. Aun así, si al mismo tiempo el local es invadido por una tromba de agua, esto será señal de que se avecina una ganancia próxima, sobre todo si se pone al corriente a la compañía de seguros. En cambio, si esta invasión múltiple de fenómenos inesperados toma unas proporciones exageradas (con la suma de algunas apariciones extras, como un tiroteo o una bomba de plutonio) puede que todo lo anterior no sirva para nada y lo mejor sea pedir el traspaso del negocio. Si la inundación sumerge bajo el agua nuestro retrato a tamaño fantaseado (es decir, a 1’90) y dicho retrato se nos aparece luego flotando o con el marco quebrado, será mejor que nademos hasta la comisaría más próxima y digamos la verdad. Si el juez nos considera culpables, seremos condenados a ingresar en una piscina municipal por espacio de dos años y a responder durante ese tiempo solo por el nombre en clave.

6: El fuego que se enciende al recibir una visita nos anuncia que es preciso desconfiar de la sinceridad del visitante. Para no dar lugar a equívocos, tracemos un círculo a nuestro alrededor y pronunciemos las siguientes palabras: “cuando la leña arde, produce una llama próspera”. Si en ese momento, el fuego recién declarado se aviva de golpe y la visita se esfuma aludiendo a unos asuntos de gran interés, podemos dar por finalizada la intriga y la visita. Aun así, el olor a humo permanecerá durante unos días/meses.

7: Un hombre herido, tendido en el suelo, que nos pide dinero para gastarlo en sus caprichos de moribundo, obtendrá por respuesta el desprecio jovial de aquél que esté sano. Pongámosle un pie en el cuello y presionemos con delicadeza hasta oír el ruido de una rama seca que se quiebra. Si en ese momento aparece un rebaño de universitarios a cuatro patas que nos vuelve la espalda, es que hemos hecho lo correcto. Si, por el contrario, los universitarios nos embisten a las bravas, mantengamos el pie en el cuello del muerto y hagámonos los distraídos, fingiendo que lo estamos pisando sin querer.

8: Si al salir de casa ves un coche fúnebre vigilándote, te espera un día lleno de éxito. En cambio, si el coche te sigue a donde quiera que vayas y a media mañana te encuentras indispuesto por causas de fuerza mayor, puede que el
día no sea tan bueno.

9: Si los disparos no te dejan dormir, ponte tapones. Si al ir a buscarlos al cuarto de baño, descubres que no quedan (o que nunca has tenido), deberás bajar a comprar. Si al salir de casa hallas a dos extraños sentados en una terraza leyendo la prensa y con las piernas cruzadas marcando las nueve en punto, esto es señal de que no encontrarás nada abierto.

10: Si es usted fumador y se deja llevar por los consejos de otros fumadores, nadie le pedirá fuego. ¿De qué sirve fumar entonces? Si usted fuma más de tres paquetes al día no se extrañe si su ojo izquierdo parpadea a voluntad. En cambio, si el ojo derecho también parpadea entonces no tiene nada que ver con el tabaco y puede seguir fumando. Si sufre palpitaciones por encima de la media, es que es usted una persona llena de vida, que sólo desea lo mejor para usted y los suyos. Si las palpitaciones y el parpadeo a dos bandas fueran acompañados por una hemorragia nasal abundante, esta será una señal inequívoca de que está usted a punto de perder el control de sus piernas. Si al mismo tiempo se le duerme una mano, le zumba un oído y su propia tos no le deja dormir (…). En la antigüedad, los romanos recogían fruta hasta la hora de comer.

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