El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Sed de mal arreglo

Carlos de Diego ¡Repetiré postre!— 12-06-2013

Tengo que hacer como si no pasase nada. Jamás admitirlo ante nadie. Si mis padres me preguntan, que lo hacen muy a menudo, les respondo que todo va bien, que no tienen de qué preocuparse. He pasado una semana con cinco euros en la cartera. Con un billete de cinco euros. Esto último es importante, si en lugar de un billete hubiesen sido cinco monedas me hubiese sido imposible. También he empezado a frecuentar bibliotecas públicas donde voy a leer el periódico. Allí veo a otros en mi misma situación, gente joven visitando bibliotecas a las once de la mañana de un día laborable. Los jubilados ven invadido su espacio por esta nueva muchedumbre vestida de Carrefour, H&M o Zara (en el mejor de los casos), pero sin pasarse, guardan sus mejores ropas para otras ocasiones, estas mañanas no merecen más. Considero muy importante mantener la distancia, bajo ninguna circunstancia establecer contacto, no hay nada peor que un grupo de personas sin dinero. En este tipo de relaciones siempre se está al acecho y cualquier oportunidad de prosperidad es objeto de envidia e incluso de intento de apropiación. Así pues, mantengo el contacto visual. A lo largo del día me cruzo con ellos varias veces, en el supermercado aprovechan las horas de menor afluencia para deambular por los pasillos buscando ofertas, sin el apremio de la gente productiva. Nuestras miradas se vuelven a encontrar mientras calculamos cuántas latas de tomate triturado hay que comprar para que salga a cuenta la oferta del día.

Pero volvamos a los cinco euros, y a la semana sin gastar. Hablo de gastos de bolsillo, está claro que he tenido que pagar las facturas y el alquiler, que a principio de mes llené la nevera con alimentos de primera necesidad, sin caprichos, y que no he tenido incidencias externas; un constipado, por ejemplo, me habría obligado a comprar medicinas… Ha sido una semana tranquila. El bocadillo de la mañana era de pan de molde, comía en casa, el café de cafetera. Además, ha hecho buen tiempo, por lo que he ido en bici por la ciudad. La sensación de no realizar ninguna transacción económica durante una semana es extraña. Un día me apetecía comer quicos. No lo hice, me sobrepuse como pude. Estoy seguro de que en mi situación todavía me puedo permitir comprar una bolsa, pero esa no era la cuestión. Se trataba de no consumir. De no consumir nada. Al poco, empecé a calcular lo que me estaba ahorrando, la cantidad de cosas que, en realidad, no necesitaba. Incluso se me pasó por la cabeza que un comportamiento similar daría al traste con el sistema en un par de semanas. De inmediato descarté esa idea: si tuviese dinero, compraría los quicos sin pensarlo, comería en el bar tres o cuatro veces por semana y me tomaría un café cuando me apeteciese. En realidad todas estas cosas las necesito y si no las hago es porque estoy tieso, sin un duro. Debo permanecer alerta, no bajar la guardia, no perderlos de vista.

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