El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Discursos breves (IV)

Don Lindyhomer Te lo digo aquí y en la calle— 07-06-2013

Queridos amigos; el objeto de mi charla no es otro que el de señalar un notable despropósito en el que se incurre de forma reiterada en la crítica musical de nuestro país. Como miembros de la Asociación de Prensa Musical Independiente, confío en que comprenderán en qué medida pueden ustedes contribuir a mitigarlo. Me refiero, por supuesto, al uso despectivo que se hace de la palabra “tuno” cada vez que un grupo comete el pecado de querer hacer reír y hacer bailar al mismo tiempo, como denunciaba una sagaz pluma a propósito del lanzamiento reciente del disco de Will Spector & the Fatus.

Advierto caras de sorpresa. Apuesto a que habrán desaparecido en cuanto haya expuestos mis argumentos. No, no, no se trata de una boutade ni de una atracción fatal por las causas perdidas. Presten atención.

Escribió Marx, a propósito de Napoleón, que Hegel decía que los grandes personajes de la historia aparecían dos veces, pero que se le olvidó aclarar que la primera vez es como tragedia y la segunda, como farsa. No quiero ahora discutir con Hegel si son dos, tres, o cuatro…, o ninguna, como quería demostrar el coñón de Jean-Baptiste Pérès…
En el caso de colectivos históricos, mis investigaciones indican que son cuatro veces: tres como tragedia, una como farsa. Es un hecho empírico, además, que desde la arqueología y la etnología podemos afirmar con rotundidad que esta proporción es la más común en nuestra especie, los mal llamados Sapiens. Sí, amigos: desde la antigua Grecia, donde en sus fiestas dionisíacas se representaban tres tragedias y una sátira, hasta nuestros días, en las que el españolito medio consume una sitcom por cada tres dramas.

Este es, por supuesto, el caso de los tunos: en el Medievo como goliardos, después como sopistas, un poco más tarde como tunos, y a finales del siglo diecinueve, como el bochorno que conocemos en la actualidad. Lo que ocurrió con este colectivo durante el franquismo ya fue rizar el rizo: esculpir la versión universitaria de “el cuñado”. Me resultaría demasiado doloroso trazar con minuciosidad el trayecto que nos lleva desde escribir los versos de un Carmina Burana hasta cantar los ripios de un Bisbal. Créanme: los tunos ni se vestían así, ni tenían la vida resuelta, ni daban esa grima. ¡Ah! —dirán ustedes—, ese no es mi problema. No estoy de acuerdo. Les voy a poner un ejemplo más cercano: el del “friki”, ese vecino denominado así por ver y coleccionar películas en blanco y negro (¡y en ocasiones, mudas!). ¿Qué tendrá que ver ese señor con el congénere que nacía con malformaciones y que era exhibido en ferias ambulantes para solaz del espectador? ¿Y con los bufones medievales, o los caricatos deformes que describía Platón? ¡Señoras y señores! ¡Un poco de cordura!

Les advierto, se empieza siempre así: con dejadez. Que si qué tuno, que si qué freak. Y se acaba hablando la neolengua de los políticos que nos dan lecciones de austeridad con una mano en un sobre de la caja B, y la otra en las dietas de la caja A.

Disculpen esta última digresión. No ha lugar, por muy indignado que esté con los titulares de los periódicos. Muy indignado. Se lo aseguro.
Buenas noches.

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