El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Madrid en sus canciones y sus personajes (3)

Grace Morales Creaciones Madrid— 06-06-2013

Estoy segura de que si a cualquier aficionado al poprock más moderno le pincharan hoy por primera vez el “Este Madrid” de Leño, experimentaría la misma sensación de horror y espanto que tuvo el público pop de su época, por no hablar de la sociedad española en general, que estaba ante lo más jevi que había oído en su vida. Unos guitarreos estridentes, melodía cero y un vozarrón desagradable que decía cosas feísimas acerca de la capital. Que si todo era una porquería, que si las ratas…, pero que, total, no te lo tomaras muy en serio. Sí, la ciudad era asquerosa, la gente lo estaba pasando mal y había que defender la cosa de la ecología, pero al final lo mejor que se podía hacer era reírse de todo. Mejor que te bebieras unas birras y te dieras el piro con tu piba. Bueno, en realidad, era sexo de suelo productor y agrofeminista: no especificaban una señorita, una chica, ni siquiera una tía, sino así, a palo seco, “una menda”. Los rockeros del foro eran, aclaro, cheliparlantes. En la actualidad, salvo casos muy perdidos como El Gran Wyoming, absolutamente nadie en su sano juicio dice demasié pal body o chachipén, pero quién sabe…

Eso solo con la escucha. Porque luego a estos seguidores del poprock nacional y últimas tendencias del internacional les seleccionas el YouTube de su actuación con este mismo tema, el que cerraba la película “Nos va la marcha”, y fijo que varios piden las sales. La visión de este concierto, en la antigua plaza de toros de Vista Alegre, de Coz, Topo, Asfalto, Cucharada y Leño, no es apta para estómagos delicados. En primer lugar, el sonido y la imagen son horribles, no hay espónsores ni pantallas de vídeos, sólo unos colgaos bailando, vestidos de aquella manera de los setenta, mientras Rosendo, ataviado con un chándal amarillo entre Bruce Lee y yonqui de la pradera, y tras gritar “Viva el Rrollo!”, pide la disolución pacífica de la invasión del escenario por parte de músicos, espontáneos y organizadores, que se diría están fuera de sí, como bajo la influencia de esta música rock, o quiera dios saber qué sustancias del demonio.

El rock urbano madri-leño duró poco. Asistió a la muerte del franquismo y no sabemos si por esta razón tocó canciones tan tristes, porque fue una sociedad bien triste en la que nacieron (Días de Escuela, Asfalto) o porque así la imaginaban (Vallecas 1996, Topo). Lo aplastó una demanda social de nuevos ritmos y colorines. Leño, los que tuvieron más interés en ser presente, no encasillarse en un estilo y plantar cara a todos, tanto a los inmovilistas de la progresía como a los niñatos de la modernidad, tras innumerables complicaciones con mandos de discográficas, productores, público cerril (que satanizaba unos simples teclados en un grupo como ellos) y unos discos cuajados de polémicas, no tuvieron empacho en reconocer que la fórmula se les había agotado. Se separaron cuando más populares eran, sin esperar a agotar el filón, jurando no volver a hacer un comeback ni por todo el oro del mundo. A la sombra gigantesca, sabia y socarrona de Rosendo, nacieron grupos imprescindibles para los críos que detestaban la música blandengue y plasticorra de la movida madrileña: Barricada, Extremoduro, Platero y Tú…

Rosendo no ha necesitado escribir una sola canción de denuncia. Toda su música, su actitud, su personaje, es la prueba fehaciente de la resistencia. Sin oportunismos ni lecciones morales para el personal. Estoy pensando en una larga lista de figurones que deberían tomar nota.

Comparte este artículo:


Más articulos de Grace Morales