El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

La Pastelería Escribà (primera parte)

Miguel Noguera Cortado gigante— 08-10-2010

Hoy voy a escribir sobre la pastelería Escribà. Es una pastelería muy famosa de Barcelona a la que suelo ir los lunes a tomarme un cortado. Hacía varios meses que no pasaba por allí, y el lunes pasado regresé. Es un lugar bastante fino. Te regalan un chocolatito con el cortado; antes lo colocaban en el mismo plato del cortado. En ocasiones se descuidaban y la pieza de chocolate quedaba en contacto directo con la taza, entonces un flanco del chocolate se fundía y la taza se manchaba un poco. En un ambiente tan cuidado, aquella pequeña guarrada era un incidente de peso. Te dañaba el alma ver eso. En serio, ese microcaos no era de recibo. Por eso el pasado lunes me alegré al comprobar que ahora sirven el chocolatito sobre un objeto de porcelana parecido a un calzador; lo han dignificado un pelín demasiado, le han dado el mismo protagonismo que a un producto de pago. Y no sólo eso, ahora te dan como una ficha de casino numerada para que cuando vayas a pagar la enseñes en la caja y así puedan saber en qué mesa estabas sentado. Así que pides un cortado y recibes un pequeño bodegón. No pude resistirme a fotografiar esa tríada del buen servicio.

El pastelero se llama Christian Escribà, es conocido su sentido del espectáculo en lo que a pasteles y mandangas se refiere. Es amigo de Ferràn Adrià y toda esa tropa. A veces se pasea entre las mesas ofreciendo alguna de sus pequeñas creaciones: bomboncitos gratis dispuestos sobre un pequeño cartón dorado. Viste el uniforme de pastelero pero intenta romper tus esquemas con unas bambas doradas.

Me gusta pensar que es muchísimo más famoso de lo que es, una figura universal, como si Michael Jackson o el Papa *Ratzinger estuvieran disponibles para el mundo en un establecimiento público situado a pie de calle. Siempre ahí, repartiendo bombones a los clientes, exponiéndose a una puñalada o a un tiro en la cabeza que nunca llegarán porque en el lugar se ha instalado un inhibidor carísimo que impide que se atente contra ellos, un trasto que hace que el cerebro del agresor sea incapaz de dar la orden de disparar. De hecho, todos los clientes del local son psicópatas armados que hierven de rabia al ver cómo lo tienen a huevo para pasar a la historia pero no pueden hacer nada; sólo pueden tomar café y aceptar los bombones que les ofrece su odiado ídolo. Sería el paso siguiente a una fortaleza inexpugnable: un garito familiar accesible para todos tus enemigos donde pudieran tenerte cerca y odiarte mientras toman café, pero nunca agredirte.

Un día, en el lavabo de la pastelería me sobrevino otro delirio sobre la figura del señor Escribà. He esbozado un plano del lavabo:

Ciertamente es un lavabo imposible, minúsculo y muy extraño, una obra retorcida, un apaño espacial lleno de subestancias; pero está bien llevado, ¿eh? Jamás me oiréis criticar esta pastelería. Cuando vas a mear tienes la sensación de que el espacio que ocupas se solapa con el de la pastelería. Es como si percibieras el lavabo en más de tres dimensiones.

Al ser tan reducido y con estancias, tu mente percibe que la zona del váter invade el espacio de la pastelería.

Mientras meas, en la pared tienes una pequeña rejilla a la altura de los ojos. Os planteo lo siguiente: en un convite organizado por la pastelería aprovechas que Escribà está dando un discurso muy aburrido y vas a mear. Mientras meas, descubres que unos ojos te observan tras la rejilla: son los ojos de Escribà. Oyes cómo está dando su discurso en la pastelería pero al mismo tiempo te está espiando en silencio desde una cámara oculta:

Una deidad que guía a la multitud con grandes discursos pero que al mismo tiempo, en otro plano, está espiando lo que haces tú en tus momentos más tontos. Te espía con auténtica devoción mientras te hurgas la nariz o te cortas las uñas. Le apasiona lo intrascendente. Para ella es el asunto más serio que existe.

El discurso es para despistar.

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