Radio de calado

El Butano Popular

La maldad gratuita

Lo que más me molesta y fascina al mismo tiempo: la maldad gratuita, un concepto complejo, bastante moderno, de naturaleza urbana, difícil de entender. Gente que no duda en arremeter contra ti por la calle, clavándote el codo hasta límites insospechados. El conductor que acelera al acercarse a un paso de cebra, asuntos así de jodidos. Conozco la importancia que tiene la violencia para los seres humanos. Sin embargo, no puedo entender a qué viene esta sed de maldad gratuita. El hombre que se baja del metro en la parada equivocada y, al volver a subir al vagón, tiene que enfrentarse a la burla silenciosa, al juicio enfermizo, sádico y desconcertante, del resto de viajeros, que le miran como diciendo: “Imbécil, te has bajado y has vuelto a subir. ¿Qué eres, gilipollas? ¿Tú eres tonto, o qué?“. Más ejemplos, todos terribles, vividos por mí. El camarero de un restaurante vegetariano que escatima, al servirla, la ración de tofu que te corresponde. O encontrarse en la taquilla de un cine, intentando encontrar una moneda de cincuenta céntimos, pagar el importe justo para intentar facilitarle la vida a la empleada de la sala, una chica deprimida sentada al otro del mostrador, una buena acción, y notar, detrás de ti, la maldad pura, el veneno autoinoculado, una especie de rebelión de salvajes, las colinas tienen ojos, gente normal que de pronto se transforma en los asesinos de La matanza de Texas, y empiezan a resoplar, a hacer gestos con los hombros, dejándolos caer, y escuchas comentarios, susurros más bien, y entiendes que debes darte prisa en encontrar esos putos cincuenta céntimos en la cartera, enterrados bajo una montaña de monedas de un euro, antes de que los animales en fila india que tienes detrás se abalancen hacia ti y te corten el cuello en manada con sus tarjetas de crédito, te arranquen la cabeza y se coman tus huevos, para luego entrar a ver una película de Wong Kar-Wai en versión original hongkonesa, una cinta muy sutil y delicada que disfrutarán con restos de carne, la carne de tus huevos, todavía entre los dientes e ignorando, probablemente, toda la importancia que tiene el asunto del que acaban de ser partícipes. Esto es la puta maldad gratuita. Esto y el resto.

Carlo Padial

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