Sirva la expresión

Me incomodan las reglas que nacen de
prejuicios. Es decir, casi todas.
John Huston

Los meridianos

A veces los dolores más nítidos no aparecen reflejados en las autopsias de los viajes. Por cada frase mutilada y cada vínculo marchito, ahí, entre las sábanas, aguardaba un carroñero. Negligente ademán de algo inconcluso, traición mediante. A veces te plantabas ante la esfinge y gritabas, sin lágrimas ni duelo. A veces quise emplear aquellas mismas frases lapidarias, nietas de siglos, pero nunca pertenecí a la Historia; quizás por ello, entre bostezos, perdí mis amistades. A veces rocé la desmesura, aunque tranquilamente, sin demasiados etcéteras. Necia, ajena al Atlas de tu cuerpo, la llave se oxidó y respondió a su manera: flotando. A veces, en mi pesadilla de siempre, te interrogaba hasta hundir el bisturí. Traiciones mediante.

Bella con canas

Los antros se llenaron de grupos, no de personas. Los humos subieron y subieron, hasta parecer verdades. El agua hirvió hasta preñar todo razonamiento. Yo estuve de paso; lo justo para tumbarte a la sombra de aquellos humos, verdades y razonamientos.

Caldo viejo

Lo recuerdo como el verano del perro. Fue el verano de aquel perro que me cogió tanto cariño sin hacer yo apenas nada. Un verano de entonces, de cuando decir verano era pensar veraneo, con padre lejano y mucha madre, pero no por tamaño sino en cantidad; madre repetida en otras varias, todas similares, como naipes sobre un tapete soleado pero fresquito a la siesta. Yo me afanaba en matar hormigas de cinco a siete, en un triturar dedicado y serio, de tarea importante por escasez de vida, con la radio de fondo desafinando historias y el gotear de la fuente, también de fondo y, además, morisco. El perro me miraba y atendía a la masacre, supongo que entretenido, y digo yo que, por la distracción, añadiendo un poco más de afecto cada día. Puede que también por la tutela. Cuando arrancamos nos siguió durante kilómetros y así hubiera seguido, no me cabe duda, hasta caer muerto o hasta Madrid, seco de lengua e ilusión. Lo recogieron a las afueras, desollado de esquivar coches, aún vivo. Y aquel verano, el del perro, lo acabé con traje de niño nuevo, pero sin perro.

Cuando el músculo duda

El titubeo no acababa de estar bien visto. Por eso sirvieron de algo mis miradas sin traducción simultánea. Te supe ver a trozos, pero real. La tarea no fue gran cosa: evitar cualquier sombra materna, apurar el plato de la pubertad y, ya en la vía de servicio donde a menudo descansábamos, sentarnos a sonreír, agotados. Hoy me gustaría que lo recordaras y fueses la segunda en darte cuenta. Pero si no es así, tampoco importa. Mi tarea seguirá siendo sencilla: mirarte sin traducción simultánea. No mezclando los trozos.

Síncope

Así fue mi profecía: sentada en la escalera presentirás el anochecer. Tardarás más de lo aconsejable pero llegará un hoy en que despiertes a una vida más liviana, con certezas a primera vista, y cóleras sin insolencias. Tanto vidrio escuece, tanto gesto aturde, tanto derroche perdura. No volverás a decir que la brisa es dulce, sus ojos serenos, el trance necesario… La fiebre ascenderá como un alba rara y, desvelada, disfrutarás del anónimato, entonces, cuando ya no todos sean él.

Antonio Trashorras

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