Historias de amor (y apocalipsis)

El Butano Popular

Swastika eyes

Todavía tengo un correo de Terra donde me llega información y spam a espuertas. Fue mi primera dirección electrónica. Es un rollo como de finales de los 90, tiene su carga nostálgica (por lo menos me he actualizado cerrando el fotolog). Al consultar el e-mail en el servidor y cerrar el panel de control se me apareció el otro en todo su esplendor la portada de Terra, un portal donde uno puede acceder, en este caso accidentalmente, a una serie de contenidos de inane interés. Me aparecieron los links de los siguientes artículos:

La verdad al desnudo: ¿cómo se desnudó Jessica Alba sin quitarse la ropa?

Más de un millón de fianza por acusar a Jaime de Marichalar de consumir cocaína

Alberto de Mónaco, de visita por Cantabria

La esvástica de Michelle Rodriguez

Marta Sánchez habla por primera vez de su relación con Hugo Castejón

Kate Moss, en busca de su segundo hijo

Demoledor comunicado de Espartaco contra Patricia Rato

José Muñoz, de Estopa, se casa con su novia de toda la vida

Todo pura mierda, prensa rosa barata, excepto el cuarto título que, evidentemente, llamó sobremanera mi atención: “La esvástica de Michelle Rodriguez“. A pinchar como loco, a ver qué demonios se puede esconder tras una frase tan sugestiva. La fotografía de la actriz, agachada frente a una bandera nazi agujereada, sonriendo pizpireta, me produce una sonora carcajada, sobre todo comprobando que está en la sección Mujer y Corazón, o algo así. Empiezo a leer el texto que acompaña a la delirante imagen y me encuentro con el siguiente comienzo iluminado: “La actriz Michelle Rodríguez podría provocar un conflicto sin precedentes entre los detractores y los defensores del nazismo“. Guau, nada más y nada menos que un conflicto SIN PRECEDENTES. No sé qué decir. El Apocalipsis está cada día más cerca. El resto de la parrafada va en la misma línea amarillista tontorrona, intentando sacar noticia sensacionalista de una soberana chorrez. La Michelle estaba de pedo con los colegas en el demoníaco festival de cine de Austin, el Fantastic Fest, ese sarao al que van Vigalondo y compañía a invocar a Satán mediante sonidos guturales emitidos a voz en grito con movimientos corporales propios de un poseso en un karaoke texano (psicofonías muy del siglo XXI). La tipa se hizo una foto delante de una bandera que algunos tirotearon haciendo la broma de manual políticamente incorrecta del día, la colgó en el Twitter con unas palabras oligofrénicas y algunos ya han visto un acto de escarnio absoluto que ha derivado en un campanazo viral que le va a venir que ni pintado a la película que representaba la Rodriguez en el recomendable evento cinéfago.

Reflexiono sobre lo fácil que es picar al personal y llamar la atención en Internet, con la política y la religión —los tabús de toda la vida— en pole position. Pienso en lo que se magnifica el poder de Twitter, que como viene se va. Me imagino a una tropilla de agitados becarios sudando la gota gorda en la redacción de alguna revista en crisis o algún periódico en vías de extinción, espiando en Internet como si no hubiera mañana, rastreando Twitters de famosetes a ver si pueden sacar agua de una piedra, desesperados mientra sueñan con ser la nueva Sara Carbonero (no sólo ellas, ellos también). Los medios de comunicación de toda la vida no saben qué hacer ya para llamar la atención. No han perdido el norte porque nunca lo han tenido. Están despistados, perdidos, y más sus lectores. La revista Cuore enseña los tarzanetes y michelos locos de los celebrities con un descaro que roza el terrorismo ideológico, por ahí van los tiros. En el fondo la noticia de Michelle y la esvástica se ha colado ahí para hacernos de reír, aunque probablemente su autor tenía otras intenciones. Surrealismo de andar por casa.

Me doy cuenta de que, mientras me río de una imagen tan absurda, otros se rasgan las vestiduras y elucubran sobre la problemática del tema cuando sólo invita al cachondeo efímero. Asimilo el poco sentido del humor, sobre todo negro, que existe a nuestro alrededor. Hace poco charlaba sobre esta desgracia del siglo XXI con Carlos Galán, il capo di Subterfuge, y el ínclito M. A. Martín, gran pensador. Mencionamos a la vez como ejemplo de que corren otros tiempos el número Especial Crimen del bloody groovy fanzine que autoeditamos en los años 90. Probablemente ahora tendríamos problemas con semejante broma macabra. Tonterías de juventud. Rememoramos con júbilo —y fervor cebolletil— que en sus viscosas páginas publicamos, acorde a nuestra maravillosa insensatez, un impagable ranking con tops de personas que los miembros del staff, e ilustres firmas invitadas, deseaban exterminar. Nada iba en serio, ¿no?

La corrección política es el cáncer de la creatividad. Y por aquí, los que van de progres, últimamente son los peores. No saben ni ellos mismos por dónde les da el aire. Cualquier cosa que hagas pasándote de ácido puede molestar a algún fulano que se pone furioso, muy furioso. Hay colectivos de toda índole, insospechados, que saltan a la mínima. Menudo coñazo, oigan. Es alarmante lo difícil que parece, cada vez más, reírse de las cosas. Lo serio que está el percal. Algunos están empeñados en que vayamos por el mundo con cara de palo, aburridos hasta las trancas, poco naturales. El tedio se apodera de nuestra existencia, y nos importa más bien poco. Nos preocupamos por el nuevo ligue de Marta Sánchez o con quién se casa el cantante de Estopa. Bueno, se preocupan.

Yo, ante semejante notición, sólo puedo decir: “¡Heil Michelle!“.

Borja Crespo

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