El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Mickey Molón

Borja Crespo Historias de amor (y apocalipsis)— 28-11-2012

Mickey se mueve y baila al ritmo de la música. Realiza 15 movimientos de baile. Nada más y nada menos. Lleva las pilas incluidas. Cuesta 96,69 euros si lo compras en Carrefour. Tiene una sonrisa maravillosa. Es Mickey Molón, el compañero ideal para combatir la soledad. No he podido evitar comprármelo antes de la llegada de la Navidad. Lo necesitaba ya. Le he visto danzar en el escaparate y he sido incapaz de obviar su magnetismo. Siempre alegre, moviendo las caderas, agitando el esqueleto, dándole y dándole. Absolutamente mágico.

Mickey Molón mueve la cintura morena. No para, el tío. Es incansable. Mientras escribo estas líneas menea el bullarengue como un poseso. Incombustible. Está a mi vera, a la verita mía. Me hace compañía y me inspira. Si te levantas con el pie izquierdo, Mickey te saluda con una sonrisa en los labios, perpetuamente dichoso. ¡Alegría y alboroto! ¡Qué tío más pizpireto! Muévelo, muévelo. Así, así. Como clava los movimientos. ¡Se viene arriba! Es un danzarín del copón. Me parto con su gracejo, sus incansables ganas de pasarlo bien, su saber bailar. Cuando todo va mal, Mickey Molón nunca falla. Te sube la moral cosa fina. Y esas pilas que gasta son eternas. Increíble. Asombroso. El muy cabrón baila breakdance, reggaeton y lo que le echen. Con su gorra rapera y esas zapatillas de deporte mazo molonas. Menudo cachondo. ¡Ese gamberrete zumbón! ¿De dónde sacará tanta energía?

Se acabaron las depresiones con Mickey Molón. Le das vidilla pulsando el botón y es la diversión. El desmadre padre al alcance de un click. Bailongo total. Y no habla. ¡Sólo baila! Es perfecto. Y no tiene sexo. Es perfectamente perfecto. Feliz como el que más, con su rutina robótica. Una existencia sin problemas, sin sorpresas, perfectamente medida. Ideal. ¡Todos queremos ser Mickey Molón!

Bienaventurado Mickey Molón, el muñeco bailón. Se ha comido un tripi. O veintidós. Se ha zampado a Pepito Grillo. Vaya pedo mental. Todos queremos ser como él. Vestir como un mamarracho. Bailar como un borracho. Tener una sonrisa estúpida e insultante todo el santo día. Satisfecho y dicharachero en su paraíso artificial. Contento e integrado en su realidad de plástico. ¡Vete a tomar por culo, Mickey Molón! ¡Ja, ja, ja!

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