El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

To hell with the devil

Diego Ávila Paleta de grises— 15-10-2012

En Semana Santa siempre me quedaba solo.

Mucho metal, mucho crucifijo invertido, mucha autopista al infierno, pero cuando el puto Dios volvía con su pantomima de muerte y resurrección, toda mi manada cambiaba la camiseta negra por el polito del cocodrilo, el vaquero por la pinza y la zapatilla por el castellano recio y procesional. Se ponían de parte del Señor.

También Stryper. Y eso que nada bueno podía salir de un grupo formado por la desidia de los hermanos Sweet (hasta el apellido empalagaba) para cantar loas supuestamente decibélicas al Altísimo, cacareando entre plumajes negros y amarillos, con letras lo suficientemente ambiguas para cantárselas a una churri tachonada de cuero (haberlas habíalas, aunque nunca me crucé con ninguna) o a la mismísima madre Teresa de Calcuta, que por aquel entonces aún tenía algún resquicio de polvo.

Pero aquella Semana Santa no iba a ser como las anteriores.

Mientras mis hermanos metaleros cambiaban los vítores con forma de cuernos por el silencio y el cirio nazareno, yo aún conservaba el recuerdo de mis primeros escarceos libidinosos con Mari Lo, y eso, junto con el alcohol solitario, propició mi primera epifanía, que coincidió con la enésima Parusía del Señor de la Madera Policromada.

Aquel año teníamos pululando por el pueblo a una prima de Maite, la Vane, una madrileña que vivía en un sitio mitológico llamado Alcorcón. Coincidimos en El Toti, vacío mientras Jesucristo y la Virgen jugaban al gato y el ratón en la renombradísima madrugada del Jueves Santo. Era una jovenzuela de melena rizada, labios gruesos y tetas madrileñas (y por tanto desafiantes). Fue ella la que se arrimó a mi soledad. Compartimos cervezas y críticas a la religión. Me invitó a dar un paseo, con ojos demasiado brillantes. Ya en la calle, hablamos de música. Yo me armé del escudo condescendiente de la sabiduría heavy y me quejé de lo mal que lo pasábamos en pueblos pequeños como aquél, defendiendo el metal. Que el heavy no era violencia, y que no sólo se cantaba a Satanás si no que también se ensalzaba a Dios con baladas —cuánto daño habían hecho Scorpions_— como el “Honestly” de los _Stryper, quienes pregonaban su fe en cada disco y en cada concierto.

Ella escuchaba en silencio, y en un determinado momento me metió en un soportal que quedaba escondido en un recodo de la calle (la planificación urbanística del agro) por la que íbamos evitando a las Tallas Sagradas. La Vane, para mi sorpresa, me palpó el paquete con decisión, resguardado por una cremallera que se combó ante mi erección repentina. Me besaba y lamía la cara y yo me dejaba hacer, porque no tenía muy claro qué tenía que hacer. Así pasamos un buen rato, una parte de mí encarnándose en hard rock, la Vane magreándome y poniéndome perdido de saliva, y la calle, que quedaba fuera de nuestra vista, y nosotros de la suya, llenándose de gente.

Mientras más gente iba atiborrando las aceras, la Vane se agachó y sacó mi rabo nervioso y sudado y se lo metió en la boca sin decir ni mu. Yo cerraba los ojos ante la novedad que se ofrecía a mis carnes, y, como no dejaba de ser un regalo del cielo, me puse a canturrear entre suspiros asíncronos el “All of Me” de los Stryper. Yo no era creyente, pero, por si acaso, no quería enfurecer a Dios en ese preciso momento. Mi tarareo fue luego acompañado de un lúgubre retumbar que no supe de dónde podía venir: probablemente de mis sienes. La Vane seguía sacándole brillo a mi polla diamantina, y yo aprendí que el placer me hacía gruñir y decir obscenidades. Coprolalia, años después pude sustantivar mi filia amatoria. El caso es que al retumbar de tambores (no, no eran mis sienes) le siguieron unos acordes de cornetas y trompetas, y la banda de El Gorrión y yo hicimos un sacrílego smach up mientras una cabeza femenina iba y venía por mi entrepierna. Cuando una de mis neuronas localizó el foco musical exógeno, me asomé con miedo y cautela, con las aletas de la nariz abiertas de par en par y mi esperma buscando inexperto la salida de emergencia. Vi a gente aborregada absorta en la imagen en procesión de la Virgencita buscando a su Retoño. Yo canturreaba “I’m Giving You All of Me” cuando el Espíritu Santo me visitó, y la Vane, mi lefa y la Virgen se hicieron Una, y a día de hoy no sé si me corrí en la boca de la Vane, en la de María Santísima o en la del mismo Dios, que estaba en todas partes.

En las mías también.

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