El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Burgocentro

Jorge de Cascante Hace tiempo que vengo al taller y no sé a lo que vengo— 12-10-2012

Este señor que cuando le vimos ayer estaba tirado en el suelo del Intercambiador de Moncloa triscándose unas patatas fritas largas acopiadas en un cono de cartón con el logo del Rodilla impreso se nos sube ahora mismo al autobús verde 625 rumbo a Las Rozas poniéndoles unas caras raras a unos niños con mochilas que hay sentados delante metiéndoles el miedo en el cuerpo esquivando el olor abisal a escalivada que sueltan los alientos de las diez doce quince personas recién escupidas de la reunión pentecostal dos mil doce world tour de la Parroquia de San Colomer a sonrisa puesta cantándose unos temitas del Jesucristo mirando a su vez ya sentado este señor a través de la ventana del 625 las hileras de chopos que pasan dibujando su paisaje mental preguntándose a sí mismo hasta dónde puede ver un hombre y hasta qué punto este alcance de la vista le sirve o no de algo en estos tiempos este señor bajándose del 625 tocando tierra en una parada concreta paseando la pausa por el Parque París ya en Las Rozas más allá del cementerio echándose al coleto unas nueces que se va sacando del bolsillo intercalando nuez patata nuez patata caminando hacia delante subiendo una cuesta casi resbalando accediendo tras las dudas al interior del Burgocentro el centro comercial más de moda de España con el ochenta por ciento de los locales en la ruina total con el cartel de Las Burgorebajas Ya Están Aquí Venid Todos Por Amor de Dios Venid a las Burgorebajas el pobre cartel a medio descolgar encima de la entrada con las rampas y el suelo que desliza los rastros del confeti las barandillas de metal que tantos gapos aguantaron los recuerdos de este señor conchabados todos ellos en su contra este señor apaisado impío de pelo poco menos que blanco recordando la vez aquella junto a la tienda de las chucherías de la planta baja del Burgocentro que al parecer ya no existe cuando se le cayó un billete de cinco mil pesetas a una madre con carrito y este señor lo pisó y lo fue arrastrando hasta doblar la esquina y agacharse y cogerlo y quedárselo tantas bellas escenas los cortes al tazón en la peluquería el sisar calipos de los supermercados Simply una vez que cenaron en el restorán argentino de la planta de arriba un gran restorán con sus suelos de tarima los cumples en el Pizza Queen la zapatería aquella que cobraban a cojón de mico el zapato que si les decías las palabras mágicas a los de detrás del mostrador te llevaban a un aparte y podías hacerte con unas pollas de plástico de fantásticos colores que vendían dildos como abedules que menudo asunto que antes había unos cines varias salas pero ya no los hay tantas imágenes en el pasado todas tan buenas en los ojos congeladas este señor en el Burgocentro en El Burgo con sus ideas teniendo tan claro que lo correcto sería rendirse a la contemplación del espacio por encima del tiempo y no al tiempo por encima de la naturaleza cuidado con ello volviendo dentro de la cabeza suya desde la memoria en directo a la figura de su amigo Emilio que se conocieron en un curso de ofimática mil novecientos ochenta y cinco sus libros forrados de Aironfix madre mía Emilio y este señor que partieron peras hace años a causa de aquello que se dijeron en una noche de un verano la figura de su amigo Emilio parpadeando en lo alto Emilio que vino de Badajoz no dejando jamás de peinarle el pelo a la dehesa ni aun con los conocimientos y saberes adquiridos en la Gran Ciudad este señor y Emilio yéndose los dos a Benicarló un agosto navegando sin saberlo hacia el Kali Yuga de su amistad su magnitud y su belleza Emilio mordiendo un níspero en la terraza con el gato encima Emilio silbando una vez que cenaron en el restorán argentino aquel entenderse así de rápido ese lenguaje suyo este señor viéndose a sí mismo desde fuera como un imbécil de alto octanaje a causa de volverse a repensar aquello temiendo salirse de los rieles de la vida a estas alturas nervioso como cuando perdió el ventolín que no lo encontraba pero al final lo encontró sintiéndose indispuesto acaso incluso un tanto pachucho pobre pollo al abandonar el Burgocentro camino de la parada del 625 para volver a Madrid al hogar comiéndose la última patata frita patata buena patata muerta metiendo la mano hasta el fondo del cono de cartón con el logo del Rodilla este señor llegando vivo a la parada del bus agarrado al frío de la parada del 625 bajo el asedio de los escorpiones de la mente con los pelos disparados como al que le llueve en la calle este señor en busca de un anclaje a Lo Real fijando la mirada en dos chavales dándose el palo en un banco de piedra al otro lado de la carretera la mirada de la chica encontrándose con la de este señor los coches pasando a toda velocidad entre medias la mano del chico en la teta de la chica este señor ahí quieto pensando.

Comparte este artículo:

Más articulos de Jorge de Cascante