Un hombre tranquilo entra a una cafetería.

-Hola, ¿qué le pongo?
-Un café y un donut, por favor.
-Lo siento, pero no tenemos.
-¿Cómo? ¿No hay donuts?
-Ni café.
-Pero esto es una cafetería, son las 7 de la mañana… ¿Ya no les queda nada?
-Solamente despachamos MIERDA.
-¿Perdone?
-MIERDA, solamente tenemos MIERDA. Para usted y para todos.
-¡Ja, ja! Casi me engaña. No estoy para bromas por la mañana.
-No bromeo. Tenemos MIERDA y ya está.
-¿Qué?
-Lo toma o lo deja…
-Pero vamos a ver, ¿me está tomando el pelo? ¿Dónde está la cámara?
-No es una broma. Es lo que hay. No hay más.
-¿MIERDA?
-Efectivamente, MIERDA, caballero.
-Vamos, basta ya de tonterías, por favor. Un café y un donut. Repito, no estoy para bromas.
-Nadie lo está. ¿Quiere MIERDA?
-¡No! ¡Claro que no! ¿Por quién me toma?
-Pues entonces si no consume nada tiene que marcharse. A no ser que espere a alguien.
-Pues deme un vaso de agua.
-Caballero, ¿qué es lo que no entiende? Aquí sólo hay MIERDA.
-MIERDA… dice…
-Sí.
-Pues que le den a usted muchísimo por el culo. ¡Me voy!
-¡Adiós!

El hombre tranquilo ya no está tan tranquilo.

Entra a otra cafetería adyacente.

-Un café y un donut.
-¡Hola!
-Hola, sí, perdone… Un café y un donut.
-Lo siento, no tenemos de eso.
-¿Qué tienen?
-AMOR.
-Pero, bueno, ¿se han puesto de acuerdo para tocar las pelotas en todo el barrio?
-¿Cómo dice?
-Que quiero un café y un donut.
-Aquí sólo despachamos AMOR.
-Ya… AMOR…
-Eso es.
-No tiene ni un vaso de agua, claro.
-No.
-¿Y MIERDA?
-Márchese, por favor.

El hombre nervioso se va.

Sin rumbo fijo.

Perdido.