El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Hoy: El laboratorio del Doctor Willy

Sr. Ausente El corro de la patata— 30-03-2012

El “Destroyer” carga con un enorme pedrusco envuelto en una sábana y chilla a grito pelado que su hijo ha muerto. La gente nos abre paso pero no puedo describir sus caras porque teníamos las pupilas tan dilatadas que la realidad se nos mostraba como una pantalla panorámica y supersónica. Luego nos arremolinamos de nuevo alrededor del “Willy” y éste saca su bolsón de Higgins y nos planta una nueva ración de clenchas de metanfetamina que nos van a alargar la noche y la fiesta un par de semanas, o lustros. Yo desde entonces que no duermo bien. El Willy, generoso, también suministra droga a toda la juventud de aquel pueblo de la Costa Brava en fiesta mayor. Poca gente durmió esa noche en un par de kilómetros a la redonda. Nosotros lo intentamos en la playa, sin sombrillas, sacando espuma por la boca.

El Willy trabaja en una farmacia y cuando se marcha el dueño coge unos polvos de aquí y unas sustancias de allá y practica la alquimia espídica, a la tenue luz de la botica. El resultado es la piedra filosofal de la estupefaciencia, aquella que convierte el tedio en juerga eterna. De aquellos polvos vinieron estos lodos, eso también es cierto.

El Willy es también un poco Guadiana y desaparece durante semanas. Lo imaginamos sumergido en la Fosa de las Marianas, con las sinapsis neuronales a once kilómetros de profundidad. Pero regresa a primeros de mes, siempre regresa. El día de cobro invierte lo ganado en putas y nueve gramos de farlopa. Una fiesta. Y es entonces cuando se siente querido. Luego desaparece, a no ser que el jefe se deje el armario abierto. Entonces arremete con potes y potingues, descapsula y tritura, mezcla y agita nuestras mentes a cambio de unos cubatas de garrafa y un fiestón barcelonés. Y si es verano agarramos el tren de la costa y lo descarrilamos con nuestros cuerpos inquietos y las mandíbulas batientes.

Tanta píldora y tanta química fueron dejando sedimentos reptilianos y la glándula pineal de nuestro mad doctor declinó. Con los años, los ojos le salían de las órbitas y más que hablar, balbuceaba cosas inexactas y extrañas historias sobre perros que salen de las esquinas del techo de su habitación. El mundo y Willy se mueven a velocidades diferentes y ni siquiera en paralelo, así que el químico aficionado vibra y expande ondas de tembleque mientras la gente le habla a través del aparato de televisión, le comunican mensajes cifrados que no entiende nadie y, cuando no mira, los bustos parlantes susurran a su espalda, y nosotros somos cómplices, y así nos lo hace saber. Percibimos que nos sigue y se oculta en las esquinas para pillarnos pulsando ese aparato con antenas que emite las ondas que tan perjudicado le tienen. Al Willy sólo le queda un escape: sus patines.

El Willy patina de la hostia. Su cuerpo oscilante y su mente maltrecha se recuperan cuando se calza los patines. Entonces se lanza Barcelona abajo, de Sant Gervasi a la Barceloneta, y salta y gira y se pone aerodinámico, como un dios urbano, y danza entre bocinas y frenazos. El Willy purga sus pecados fintando taxistas y dejando que el aire despeje lo que pueda y lo que queda. Sólo entonces es libre; pero no lo suficiente, y cuando frena, en rotación y pirueta, todo vuelve a su sitio; todo se desajusta de nuevo.

Las pandillas se deshacen como pastillas efervescentes, así que pierdo el contacto con Willy y con el resto. El tiempo pasa y me lo encuentro en el autobús. No me reconoce y yo tampoco le saludo; y eso que ha mirado hacia mí, pero sus ojos no me ven porque su mirada me traspasa, enfocando el Más Allá. Al bajar, me coloco a su espalda y le escucho hablar. Recita nuestros nombres como una letanía. Escucho mi nombre, el tuyo y algo que suena como R’lyeh wgah’nagl fhtagn. Llamo a Carlos y me dice que está muy mal, que ya no carbura. Días después leo sobre un patinador suicida que se ha estrellado bajando por Balmes a toda hostia y espero, deseo, que fuera el Willy. El miedo a la muerte lo había perdido hacía años, cocinando en su laboratorio.

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