Radio de calado

El Butano Popular

El curso de las cosas

Salió a dar un paseo. ¿Y qué? Ignorémoslo.

No muy lejos de donde ese tipo se pasea impunemente, alguien esconde una mentira que debe ser revelada. Los sospechosos de encubrimiento son aficionados al juego. Más de una vez se les ha visto tirando una moneda al aire a las puertas de un casino: si sale cara, entran; si sale cruz, se van. Hasta ahora siempre les ha salido cruz, pero todo llegará, no se impacienten. Los sospechosos se conocen mucho, demasiado. A veces les gustaría conocerse un poco menos, pero ahora ya es tarde para eso. En un mal momento contrajeron matrimonio. Sus familias les pusieron sobre aviso, pero no escucharon a nadie. Son de ese tipo de gente; les gustan las confianzas. Ese frenesí por intimar les lleva a cometer fallos imperdonables. Son incapaces de discutir, aunque no les sobran motivos. La conveniencia de limitar su relación a un plano más razonable podría ser un buen tema de discusión, pero ninguno de los dos da el primer paso. Viven en un piso demasiado pequeño para dar pasos de más. Algunas personas tienen la idea de que para discutir en condiciones hacen falta grandes espacios y no les falta razón. Proyectaban irse al campo cuando les sucedió aquello por lo que son conocidos (la mentira), lo que les obligó a cancelar el viaje. ¿Qué fue lo que sucedió? No es el momento de desvelarlo, pero para los amantes de los relatos policíacos diré que tuvo algo que ver con una prisión y con un agujero por el que empezó a salir gente a chorros. Se intentó avisar a un técnico para que tapara la fuga, pero la compañía de seguros encargada de hacerlo quebró de repente y, no se sabe cómo, su principal responsable, el director general, acabó en la cárcel acusado de cómplice. Los dos sospechosos le llevaban a la celda bocadillos de tortilla, revistas de automóviles y quién sabe cuántas cosas más. Con su tendencia natural a estrechar vínculos, su relación con el reo se hizo más y más próxima. Intentaron ayudarle en su huida, aun cuando un cuarto personaje, en este caso abogado, les desaconsejó que lo hicieran. Poco después, ese mismo abogado habló más de la cuenta y acabó compartiendo celda con su cliente. Para entonces solicitó un cara a cara con los dos sospechosos, informándoles de que las condiciones para planear una fuga eran ahora mucho más favorables que cuando él estaba fuera.

Pero volvamos al principio: un hombre salió a dar un paseo. Sabiéndose objeto de nuestra atención, su cuerpo se desplaza de un lado para otro con el movimiento de sus pasos. ¡Observemos su lucha por caminar!

Carlo Padial

El Butano Popular © 2012

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