El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Hoy: La prima Eulalia y la caliente genética "S"

Sr. Ausente El corro de la patata— 26-01-2012

Blanca me dice que no siga, que pare, que tiene novio. En realidad lo que pasa es que el Sergio, que no es su novio, está a cuatro metros haciéndose un porro, y antes ya se ha percatado de que en el asiento de atrás la epidermis de Blanca y la mía se buscaban. Luego hemos parado para acabar la Xibeca en las escaleras del parque Monterolas y ahí estamos. Mis manos buscan y palpan como ninjas entrenados. Lanzan bombas de humo y saltan de un muslo a otro. Mis dedos se aplastan contra el panty y codifican ardor al tacto. Mi cerebro procesa la información. Blanca parece que se entrega, que está por la labor, hasta que le asalta ese pudor mediterráneo y catalán y se escabulle en espiral, entre lengüetazos. Que si sí, que si no, que si tiene novio. Pero no, no es ese novio con cara de pan con el que me he cruzado un par de veces, no, es el Sergio, que nos conoce a todos y eso es un lío. Porque yo a Blanca la noto que se muere de ganas, que la traición la pone, que los pezones no engañan. La cosa requiere su tiempo y su rogar, pero la situación no presta y yo peco de urgencia porque me voy a la mili en dos semanas y algún recuerdo tengo que llevarme.

Y ahí estamos Blanca y yo, en plena dialéctica, cuando Sergio se levanta y dice que se va y que si quiere Blanca la acerca a casa. Y Blanca dice que vale, que espere un momento. Me roza la entrepierna con la rodilla y acerca sus labios a mi oído.

Te voy a explicar un secreto. Tengo una prima que es la oveja negra de la familia. Todos dicen que me parezco mucho a ella. Se llama Laly Escofet y es actriz. Seguro que sale en alguno de esos vídeos que almacenas en casa.

Luego me entrega un beso, se levanta y se va con Sergio hacia el coche. Observo su trasero generoso y celulítico y aspiro un poco de ese aire que me falta. Entro en casa a tientas, como siempre, y con la polla a punto de explotar rebusco entre mis tiñosos VHS, que huelen a videoclub rancio, hasta que descubro a la prima de Blanca en El Pico y le doy al avance rápido hasta encontrarla. Es Bety, la prostituta doblada con acento argentino que acoge al yonqui protagonista; y digo hostia, porque Laly Espinet también fue Andrea Albani, una habitual de la factoría “S” de Ignacio F. Iquino y un esforzado mito secundario del Destape. Así que me levanto, busco mi copia de La caliente niña Julieta y observo con deleite.
Blanca es como su prima, sí, ancha de espaldas y con cara de niña pícara, pero también más culona, más bajita, más impura. Y eso me pone más; le doy al manubrio y me sale la paja del siglo con la certeza de que, en la otra punta de Barcelona, Blanca sabe que me estoy marcando un solitario en su honor y en el de su prima. A las dos semanas cojo el tren y me voy a la mili. En la taquilla cuelgo una foto de Andrea Albani en pelotas.

Ya de vuelta, finalizado el suplicio militar, me encuentro con Blanca por la calle. La cosa ha ido rápido porque empuja un cochecito de bebé. Hago cuentas y calculo que el llorón se gestó a los pocos días de nuestro escarceo y me la imagino follando como una coneja para escapar de los genes que comparte con su prima maldita, abriéndose de patas ante la cara de pan de su novio rubito para erradicar pecado y tentación. Yo la repaso de frente y de perfil buscando a su prima y fracasando en el intento. Y es que la visión diaria del poblado parrús de Andrea Albani ha sido mi punto de fuga, mi ventana a la libertad, y en Blanca veo ahora todo lo contrario.

Recorro mercadillos en busca de la filmografía de la prima Eulalia y me regocijo al ver transitar su desenvuelta desnudez en títulos como Esas chicas tan pu…, En busca del polvo perdido, Jóvenes amiguitas buscan placer o Las calientes orgías de una virgen. Películas de mierda, de erotismo rústico y tontainas clasificado “S”, sin la emoción convulsa y franca del sexo explícito. Películas de mierda, sí, pero yo saboreo cada momento en que Andrea Albani corretea en pelotas, se enjabona, se encama y se deja magrear. Le doy al play, al rewind, al fewind y al glande, maltratando cabezales, porque Andrea Albani es una “noia del poble sec“ que comparte pompis tímido y proletario con la cajera del súper, luce tetas catalanas de andar por casa y seguro que reparte sonrisas mientras se lava la entrepierna en el bidé .

La prima Eulalia, como Andrea Albani, rodó una veintena de subproductos picantes en poco más de dos años y luego, ya como Laly Escofet, irrumpió en El Pico y El Pico 2 abarcando el título en toda su amplitud. Durante el rodaje se convirtió en epicentro del suministro de caballo, enganchando a medio reparto y parte de los técnicos, director incluido. Y ahí se acabó su carrera. En mayo de 1985 fue detenida por tráfico de heroína y murió de sida nueve años más tarde en un mugriento piso de la hoy desaparecida calle Cadena, una de las arterias del viejo Barrio Chino barcelonés. Yo sigo viendo sus películas “S” cuando me da el día tonto.

Me reencontré con Blanca veinte años más tarde, en el entierro de Sergio (cáncer de pulmón). Me dio dos besos acariciando mi nuca, que es algo que me hace sentir débil, y se puso a mi lado durante el funeral. Nuestras manos se rozaron un instante y me transmitieron un mensaje: “Sácame de aquí, llévame a un meublé de mala muerte, ponme a veinte uñas“. Percibí de nuevo sus genes saltarines. Dudé un rato mientras sus ojos me aguardaban con el brillo de los niños en la víspera de reyes. Medité sobre sus carnes pesadas y blandas y la vejez cuarentona que asomaba en nuestros cuerpos, sabiendo que a mi edad todo es cuestión de perspectiva y espíritu científico. Sopesé muy poco rato la circunstancia y luego me agaché porque Blanca es bajita, muy, muy bajita, y susurré mi respuesta.

Lo siento, Blanca, pero no puede ser; es una cuestión de respeto, de respeto y fidelidad hacia tu prima.

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