Radio de calado

El Butano Popular

Fascismo en bicing

Ir en bici desmelenado, sumergido en la Barcelona actual (pronunciar “actual” con algún tipo de acento extraño), por encima de la acera, easy-going, pedaleando con sandalia, profesión liberal, atravesando las calles por entremedio de una actividad escandalosa, mirando a las chicas, la ciudad lanzada a la calle, la gente se observa furiosamente a sí misma, “el protagonista soy yo“, se chilla a sí mismo cada cual dentro de sus cabezas, y también el ciclista, de origen extranjero, que en un determinado momento, llevado por la velocidad de su bicicleta, se plantea, como parte de su acto de pedalear golpear a las personas con las que se cruza, atropellar a algún niño pequeño, desestabilizar a una pareja de viejos evitando acabar con la bici en el suelo, repartir daño, un ataque repentino de fascismo, algo imprevisto, que sin embargo le sienta bien, le llena de fuerza indómita, le provoca ganas de cantar muy alto, al mismo tiempo que lanza manotazos desde la bici, los peatones ladeados (o de espaldas) van recibiendo impactos muy dolorosos, aquellos que ven cómo se acerca fuera de control se apartan de un salto, cayendo encima de un quiosco de comida china o sobre una parada ambulante de frutas (como en las películas, pero esto no sucede aquí, claro), lo que le provoca una risa estruendosa, hitleriana, lanzado con la maldad de la que sólo un fascista recién aparecido es capaz, hiperventilado por el ejercicio y por el oxígeno que le llena de aires de grandeza sus pulmones, le sobra el aliento, el ejercicio cardiovascular y cívico tradicionalmente asociado a personas progresistas se ha vuelto en su contra y ahora sólo quiere causar la mayor cantidad de daño posible, someter a cualquiera, imponer el terror, la intolerancia, todo ello sin bajarse de sus dos ruedas, cruzando el barrio gótico, llegando a la calle Princesa.

En el fondo, pese a entender lo irracional de su conducta, y pese a saber también que en algún punto deberá detenerse y bajarse a ofrecer explicaciones, ahora se siente validado a prolongar el subidón y destrozar unas cuantas cabezas. Después de todo, se mueve por la ciudad en Bicing, un transporte respetuoso con el medio ambiente, a iniciativa del Ayuntamiento. Ahora no quiere parar. No puede parar. Se siente invencible. Eterno. ¡Y tan sano por dentro! ¡Ojala tuviera una manzana golden en la mano mientras nos destruye a todos!

Carlo Padial

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