El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Lo entendido es lo que no entiendo

Carlos Acevedo Esto nunca fue mejor— 24-03-2011

Luca Prodan cantaba que el tiempo pasaba y que nos íbamos poniendo tecnos y no viejos. Algo así. Parafraseaba a Pablo Milanés pero, sobre todo, salvaba el registro obvio que envuelve ese terrible himno de la nueva trova cubana y, por extensión, latinoamericana. En la nueva trova cubana se cifraron las vigencias de la generación de mis padres y, según miro en internet, se cifran hoy las de la mía. Supongo que esto se sostiene en que las metáforas de las canciones que caracterizan a la nueva trova son vagas. Efectivamente, lo acabo de mirar, las alegorías de las canciones de la nueva trova son intercambiables. Dilucidar a qué tipo de figura refieren es complejo: hay versos que por contexto aluden a la revolución, pero que en la práctica parecen dibujar una manera de entender el sexo que produce náuseas por su catadura conservadora. De esto hablaba alguna vez Pedro Lemebel, escritor chileno y loca o maricón (que no gay, que para eso hay que tener dinero), cuando en una crónica remitía al lector a una lejana asamblea en Buenos Aires donde le preguntó a Silvio Rodríguez si el famoso unicornio azul hablaba de los homosexuales o qué, a lo que el cantautor cubano respondió de una manera que Castro hubiera aplaudido de pie. Mariconadas las justas, dijo Silvio. O algo así.

A veces pienso que sin la nueva trova hubiera sido más fácil liberar al lenguaje latinoamericano de cierta cursilería que hoy parece intrínseca. Así como a los franceses se los tiene por esnobs, a los alemanes por insensibles y a los españoles por toreros, a los latinoamericanos se los tiene por cursis. Gente muy dada al llanto fácil y a la metáfora chusca. Las consignas —actuales— que me llegan de esas latitudes, que son las latitudes a las que pertenezco, están cargadas de lugares comunes y, de hecho, sirven lo mismo para un roto que para un descosido. Quizás por eso recuerdo ahora, y no sin cierta zozobra, cómo las opiniones respecto a la muerte de Benedetti tenían que ver con eso.

En más de un discurso conmemorativo de la muerte del autor uruguayo se abusó de dotar las consignas que provenían de su obra poética con un tufillo heroico. Según decían sus exégetas, los versos de Benedetti habían ayudado a los latinoamericanos a luchar contra las dictaduras. Cosa poco menos que curiosa si tenemos en cuenta que, fuera del propio Benedetti, no ha habido un poeta latinoamericano capaz de refrendar la cursilería de un me gustas cuando callas porque estás como ausente que nos legara Neruda. La poesía de Benedetti a la que se aludía no sólo es inofensiva sino que, además, no contempla el compromiso político real. Su único compromiso es el amoroso y, para más inri, lo es en la acepción más adolescente y peyorativa del término. Lo cual podría ayudarnos a aclarar por qué las democracias latinoamericanas se quedaron, como suele suceder con los adolescentes, en el ímpetu inicial. Bueno.

Adolescentes parecían ser las chicas que cantaban a gritos las canciones de un chaval con barba y guitarrita en un concierto en el que estuve hace unos meses y adolescentes se confirmaba que eran cuando cambió el número musical a dos hombres con barba y guitarra. La confirmación tenía que ver con la codificación de las letras de las canciones. Me explico: mientras el primero abogaba por un yo unisex, es decir, uno que no aclaraba su sexualidad y que por tanto resultaba intercambiable, los segundos abordaban las canciones desde la posición de un hombre maduro que expone su cotidianeidad y sus constantes vitales. Mientras el primero hablaba de bailes y de nombres de grupos americanos, los segundos hablaban de la cola del paro y de que si no hay dinero, pues no habrá dinero. Esto produjo un cambio en las tensiones de la sala, ya que las chicas que antes no dejaban escuchar al tipo que cantaba con sus gritos y sus coros, tampoco dejaban escuchar a los segundos porque el desinterés las había llevado a parlotear y reír.
En ese cambio de tercio, en la posibilidad de referir lo abstracto como único objeto de interés, estriba nuestro ahora. Pero, aún así, lo conveniente ahora mismo es recordar lo que ya dijo Prodan en su español macarrónico y pasar a otra cosa. Mejor no hablar de ciertas cosas, mucho mejor.

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