El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Vídeos de Primera

Miguel Noguera Cortado gigante— 01-02-2011

Uf, después de lo del Papa vamos a tomárnoslo con calma, que me he quedado baldado. Ya sé que escribo mensualmente y que no es para tanto; pero la mierda esta del Butano se me antoja un péndulo 1 afilado y fantasmal, como una menstruación.

Para esta vez tengo preparada una cosa corta, sin segundas partes.

Pero antes de abordar el asunto de hoy, me veo obligado a comentar, o contestar, la crítica que hizo Lindyhomer a mi artículo sobre la pastelería Escribà. No lo voy a hacer. La sección de Lindyhomer en El butano popular — Te lo digo aquí y en la calle — se basa en ataques más o menos fuertes a los demás colaboradores del mismo Butano; es lo que el tipo eligió hacer cuando le ofrecieron participar. Y, bueno, yo le dije que en mi próximo artículo le contestaría algo. Y no lo hice. Todo mal. En su crítica — Maestro chocolatero — Lindyhomer explicaba no sé qué sobre la orina y el cacao, y me acusaba de haber cometido unas incongruencias muy sutiles dentro del marco de mi propia lógica, etc. La verdad es que no sé qué contestar a eso, creo que es imposible contestar. Cuando Lindy insinuó que iba a criticarme en su sección pensé que se avecinaba una deconstrucción muy dura, muy cierta; y que me haría sentir mal, como despreciado o poco querido. Pero no, el tipo ha escrito una cosa rara sobre un cosquilleo en los molares que supuestamente siente él cuando mea. Frente a eso no hay nada que decir, claro, es mejor hacerse el sueco y dejar que el loco se marche con sus bolsas, su mal olor y sus gritos a otra parte.

Ahora, por fin, vamos con los vídeos de primera. Con vídeos de primera me refiero a todas esas colecciones de vídeos caseros de caídas estúpidas; yo los llamo a todos igual, por aquel programa de Arús 2. La razón de este artículo es un vídeo en concreto que vi cuando era pequeño, pero antes daremos un rodeo por otros vídeos y anécdotas menores.

Una vez vi un vídeo que me abrumó: El cantante de una sala de fiestas regresaba al escenario tras una incursión en el público; el pobre hombre subía cantando por unos escalones y de pronto se le desprendía la pierna derecha, que le sacudía la pernera del pantalón y se deslizaba escaleras abajo. Un cuadro; pero sublime, ¿eh? De hecho, creo que lo que más me sorprendió fue la calma con la que el tipo se sentó en la escalera a esperar a que alguien le alcanzase la prótesis, como si le dijera al atónito público:”Sí, me falta una pierna. Vosotros os acabáis de enterar, pero para mí es el pan de cada día“. Bien pensado, esta escena es mucho más violenta que una caída, pero el capullo no llegó a caerse… Nada, paradojas facilonas.

Cuando veo una de estas series de vídeos aderezada con música alegre y bocinas de guasa, una serie rabiosa de resbalones sucediéndose sin tregua, pienso que cualquier miseria humana, mezclada en ese caos, pasaría por ser una imagen cómica: un turista finlandés masturbándose frenéticamente en un hotel, por ejemplo; o un fulano bien feo sentado en una butaca; o una nariz grande, sin más, en primer plano, acompañada de unas notas ascendentes de trombón… Coitos grotescos, estornudos, defecaciones en el bosque, camisas sudadas por el sobaco… todo sobre un fondo de caídas al uso. El Teatro Patético de la Humanidad, podría llamarse el programa, y lo presentaría Quevedo o, no sé, Jaime Peñafiel.

Lo que sí hay en estos vídeos son bebés meando en la cara de sus padres mientras éstos los sostienen en alto. No pasa nada, es agua de ángel, son los contratiempos adorables propios de la crianza. Pero hace poco estaba viendo unos buenos vídeos de primera en la tele de la cafetería de un hotel. En la barra había un señor con una mujer bastante más joven que él y que parecía puta; ambos miraban los vídeos y cuando llegó el clásico de los bebés que mean, ella le dijo: “mira, esto es lo que te gusta hacer a ti“, y él sonrió pícaro. En cierto modo también lo encontré adorable.

Hecho el rodeo, abordemos el vídeo que ha motivado el tema de hoy. Lo he reservado para el final porque es el más enigmático, y de lejos el más oscuro. De entrada no puedo jurar que lo haya visto realmente, hace muchos años, pero estoy casi convencido de que sucedió. Era una escena borrosa y terrible. Velaban un muerto en una sala pequeña —no me preguntéis qué sentido tiene grabar en vídeo un velatorio—, de repente el ataúd se volcaba y el cadáver caía de bruces en el suelo. Ocurría muy deprisa. Lo más jodido era que los familiares del difunto, que ya de por sí lloraban, reaccionaban al imprevisto revolviéndose de dolor, como si les hubiesen asestado un golpe de gracia, como si aquel acontecimiento insólito ya estuviera contemplado entre las posibles penurias del velatorio: “Dios no lo quiera, pero el ataúd puede volcarse en cualquier momento“. El público del programa estallaba en carcajadas y los familiares del fallecido se hundían en el dolor. Esa polarización fulgurante de los afectos, unida a la presencia de un cadáver auténtico en un contexto cómico, me impactó tan profundamente que años más tarde decidí escribir un artículo sobre ello en El butano popular“.

1 Me he llevado una sorpresita de domingo con la definición del instrumento “péndulo de tortura”. ¿A que parece que con “péndulo de tortura” me refiera a uno de esos péndulos grandes y afilados que se acercan imperceptiblemente al vientre de la víctima?, ya sabéis: la tortura de Antena 3, el suspense barato, ¿no? Pues lo he buscado en Google para ver si se llamaba péndulo a secas o tenía que añadir algo más y resulta que el péndulo es un procedimiento de tortura muy grimoso que no tiene nada que ver con la histeria del filo oscilatorio. En Wikipedia pone que el péndulo “consiste en la dislocación de los hombros mediante la rotación violenta de los brazos hacia atrás y arriba“. Te atan las manos por la espalda y te cuelgan de las muñecas de mala manera. ¿Qué os parece asociar El butano popular con esa perrería abrupta, en vez de con el artefacto poético preñado de tiempo psíquico y angustia que yo quería invocar? A mí me parece un error.

2 Se supone que el título Vídeos de Primera es una ironía. Aunque yo pienso que son vídeos cojonudos de verdad: universales como la música, eternamente vigentes y siempre bienvenidos. Quizás sean el único material cultural que no se desgasta, es más, gana en efectividad y sentido con los siglos. Imaginaos un vídeo de caídas de la época de Mozart, o una ensalada de caídas egipcias. Esos vídeos funcionarían hoy mejor que nunca: el mensaje no se habría desvirtuado, las caídas serían más risibles si cabe, reforzadas por los atuendos y los gestos propios de la época. El verdadero arte eterno está en el registro mecánico de todo tipo de caídas a través de la historia. Ya está resuelto: que cada uno haga su música folclórica, sus bailes regionales incomprensibles, y que una cámara de la UNESCO los grabe a todos en busca del resbalón abstracto que valga para el resto de la humanidad.

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