El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

De lo castiz@

Grace Morales Creaciones Madrid— 09-12-2010

Me hallo estos días leyendo las Memorias de César González-Ruano (Mi medio siglo se confiesa a medias, Renacimiento, Fundación Mapfre, 2004). Dirá el lector, no sin razón, que a quién se le ocurre en medio de unas fechas como estas hacer cosa semejante, con la que está cayendo en la capital, ponerse con semejante ladrillo, con un escritor cuya obra se limita a acumular polvo en las estanterías. Que aquí hay una lista de actividades para disfrutar del tiempo libre que ni en Pernambuco.

Lo primero se preguntará qué demonios hago en Madrid, cuando las personas de primera calidad han preparado su puente de diciembre para darse unas merecidas vacaciones, y por qué no, ya puestos, una escapada al extranjero para hacer shopping en Nueva York.

Bueno, supongamos que el lector es de segunda clase. Pues entonces, todo arreglado, porque en Madrid están los últimos estrenos de cine (ese Biutiful para pensar desde una óptica comprometida de clase media-alta, ese de los mazas en moto y las niñas monas, para reflexionar sobre la corporación dermoestética…)…, un buen musical, una buena obra de teatro, un partido de fútbol…, los buenos espectáculos, como decimos las familias. Para los más dinámicos también hay una sierra con la nieve y las rutas al aire libre para hacer senderismo, _trekking_… Hasta un circuito de karts tiene en la carretera de La Coruña.

El madrileño, que es marchoso por naturaleza, tiene a su disposición la mayor oferta a este lado de la galaxia en bares, discopafes, discotecones, chillouts, espacios multiusos y eventos con música y baile. Chicos y chicas guapas. Para divertirse en buena compañía, relajarse, hacerse unas risas, salir de la rutina, conocer gente.

Pero si el madrileño, por alguna desgracia, es de poco entendimiento para el ocio, siempre le quedará la joya del máximo disfrute en la ciudad: salir de compras. Da igual que sea el mercadillo de la plaza, la calle de tiendas, el mall monstruoso o el habitual edificio de don Ramón Areces. El pasatiempo favorito de mis convecinos es salir a la calle y abarrotar las tiendas, especialmente las de ropa y objetos inservibles, sabedores de que en adquirir lo más superfluo e idiota está la esencia de lo vertiginoso-contemporáneo. El acto más puramente radical sería, por ejemplo, entrar a revolver trapos en el interior del antiguo Palacio de la Música, uno de los cines-sala de fiestas de mayor solera de la capital, ahora transformado en franquicia de H&M.

La oferta, ya lo ven, es espantosa espectacular.

Vuelvo al libro, esclarecedor y triste, de González-Ruano y en él descubro la figura escondida tras miles de artículos acerca del Madrid de los años 50 y 60. Sportsman, donjuán, alcohólico, bohemio, señorito fascista, timador, don César y sus ilustres enemigos representan la pura esencia de lo madrileño, que no es más, como todos ustedes saben, que una síntesis de lo mejor de cada casa española: el ultraegoísmo, el total desprecio ajeno, la soberbia como modus vivendi, un toque de servilismo, y el pecado de envidia como ponzoña que un embozado del Motín de Esquilache hubiera vertido a perpetuidad en los depósitos del Canal de Isabel II, y así se destilara de los grifos de las tabernas y las bañeras de los hoteles de lujo.

El Madrid que creía ver González-Ruano en sus crónicas, esa ciudad mezcla de tipismo lírico y urbe cosmopolita repleta de héroes, artistas y gobernadores civiles desapareció hace mucho tiempo. No more heroes anymore. Apenas una docena de artistas, perseguidos por una muchedumbre de pícaros en la busca. Los gobernadores civiles, sin embargo, todavía caminan entre nosotros.

Si quieren encontrar un retrato más cercano de lo castizo, uno de sacras torres financieras y gobernantes lacayos, a cuyos pies se debate una masa ignorante, ciega y furiosa, yo me dirigiría a Galdós. Él cuenta mejor todo esto, aunque en formato 1.0.

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