El corro de la patata

El Butano Popular

Hoy: El rocanrol del Johnny

El Johnny toma carrerilla con la bici, que ni siquiera es suya. El impulso suficiente para saltar por encima de las brasas de la hoguera de San Juan recién quemada. Por unos instantes nota el fuego de las últimas llamas, pero sobre todo el calor que por debajo de su trasero asciende por los lados, como invisibles barreras paralelas a su recorrido. Es sólo un momento. Aterriza, deja a un lado el vehículo robado (bueno, tomado en préstamo sin permiso), agarra la guitarra y allí mismo se marca un rocanrol; el de la cárcel, por concretar. Luego se fuma un Lucky americano sin filtro mientras percibe el respeto del resto de la banda y, sobre todo, la admiración de un par de chiquillos del barrio, el Josep y el Pedro Ruiz.

Tres lustros más tarde el Johnny mira el televisor y ve al Pedro Ruiz presentando Estudio Estadio. Sotil está hablando en directo. Menudo el Sotil, juega al póquer como pocos y aún así anteayer le ganó tres mil pesetas con un farol. Y el Pedro, quién lo iba a decir, saliendo por la tele, presentando un programa. Llegará lejos. Ahora es el Johhny quien lo admira; bueno, tampoco exageremos, que es el Johnny.

Sabes, cariño, el Pedro ese es muy amigo mío. Me venía a ver cantar cuando me presentaba a los concursos de Radio Barcelona.

¿También cantas, Johnny?

Y toco la guitarra.

El Johnny se acaba el hot-dog, da el último trago a la cerveza, se levanta, se alisa los pantalones negros de tergal y paga las dos consumiciones. Hay que volver al trabajo. Antes de entrar le agarra el culo a la Nati y le dice que cuando acabe la acercará a casa. Entran en la boite y se dirige a su puesto de mando, la cabina del disc-jockey. El Johnny es disc-jockey y tiene un instinto especial para saber cuándo la gente quiere bailar y cuándo necesita lentas. Sabe cuándo la pista requiere a Nino Bravo, a Mungo Jerry o a Sly & the Family Stone. Lo que no sabe el Johnny es que una década más tarde su oficio se conocerá como pinchadiscos y hoy como DJ. A la salida, acompaña a la Nati a su casa y como premio ella le chupa la polla antes de abandonar el R-5. No siempre se tiene la oportunidad de limpiar el sable de un disc-jockey. Por otro lado, estas sanboyanas tienen el vicio en los labios y la chupan con ganas.

Al día siguiente su esposa se da cuenta de que en el coche ha estado otra mujer. Empieza a estar un poco harta pero no dice nada, no tiene ganas de volver a discutir. El Johnny siempre acaba levantando la voz, en su resaca permanente. Es lo que tiene trabajar en el mundo de la noche. Además, vuelve a estar embarazada. No lo tiene muy claro, porque este Johnny ya no es el Johnny que conoció, el cantante de Los Pumas del que presumía ante sus amigas y en el que pensaba luego en casa, mientras se ponía discos de Paul Anka. Ella era una chica mona, de buena familia, y el Johnny era como los jóvenes rebeldes de las películas, un James Dean de barrio que la llevaba al Price a ver combates de lucha libre o a las matinales del Novedades a ver tocar a Los Sirex y Los Mustangs. Y el Johnny siempre le decía que un día estaría allí arriba, con sus Pumas, pero de momento se tenía que conformar con los bolos de Lloret.

De viaje de bodas se irán a Mallorca, y pronto el Johnny dejará su recién estrenado trabajo de protésico dental porque en esto de la música le van bien las cosas. La RCA-Víctor le tiene de consultor musical, Los Pumas van a grabar un single y el suegro del Johnny, empresario del mundo del espectáculo, ha aceptado la idea: van a abrir una boite en las afueras, en San Baudilio. La primera de muchas. Y el Johnny será el encargado. También el disc-jockey.

El Johnny espera en la sala de la consulta del ginecólogo leyendo un tebeo de Conan, que es una colección que acaba de salir y que está de puta madre.

Seis años más tarde el Johnny se cagará en la democracia. ¿Para esto ha servido? Mi mujer ha tramitado la separación y mi suegro me ha despedido por ello. Casi llegan a las manos. Debe ser el primer separado de España e incluso se ha puesto trágico unos días. Y ahora qué. Bueno, el Johnny ha tenido una idea. Va a montar un pub, que es lo que se lleva ahora. Tendrá planta y sótano. Arriba música sudamericana, que está pegando fuerte. Y abajo, sofás de skai envueltos en tinieblas para que las parejas se magreen a gusto. Además, ha hablado con el mando de la Guardia Civil de Cornellá y hará la vista gorda cuando proyecte Súper-8 pornográficos. Es lo bueno de ser apolítico, que la Guardia Civil no pone pegas a cambio de unos güisquis cuando tercie el servicio.

El Johnny medita su plan mientras la Ino le chupa la polla, estrenando el sótano del Johnny’s Pub.

Menudo culo tiene la Inocencia.

Menudo es el Johnny.

Menudo era mi padre.

Sr. Ausente

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